viernes, 23 de octubre de 2009

Un Rico Desayuno

"¡Unos ricos huevos revueltos con jamón!" --grité, decidiendo lo que iba en ese momento a desayunar.
Desmenucé a conciencia el embutido y mentalmente ya me estaba saboreando mi dulce manjar. Salivaba. "¡Mmm, qué rico!".
El sartén estaba adecuadamente dispuesto para ser utilizado, con su aceite brincando aquí y allá.
Vacié los trocitos de jamón y enseguida agarré dos huevos del refrigerador. Estos eran un poco más grande que los habituales.

Tengo un amigo que tiene una granja allá por Querétaro y un día antes había ido a la casa y me regaló una caja de huevo fresco, diciéndome que eran riquísimos, que me iban a encantar y que las gallinas eran alimentadas con granos importados de una isla cerca de Oceanía.  

¡Ahhh!, qué olor tan sabroso al partir el primer huevo contra el filo de la estufa.
Sentí que mi cara hizo un gesto de asco inmenso al notar lo que mis ojos veían. Un alarido ahogado de susto y de sorpresa se quedaron en mi garganta. Con cuidado retiré mis manos después de haber vaciado el contenido del blanquillo y me hice para atrás instintivamente.

Una especie como de feto de pequeña ave, que no era pollo, un pato, quizás; con sus ojos inyectados de sangre y venas moradas atravesándolos; con una especie de alas, con deditos humanoides sin desarrollar; un pico como de tucán apenas naciendo; orejas redondeadas como de cualquier humano, llenas de vellosidades; así como unos impresionantemente largos colmillos que salían de su pico, pero hacia arriba; acompañados de una maligna mirada , amenazante, se me quedaba mirando con ganas de atacar, no obstante que estaba empezando a freírse. 

Al ir cayendo al sartén había ido extendiéndose unos veinte centímetros. Este horrendo ser empezaba a morirse, encima del aceite y del jamón, una vez que pude subir la flama de la estufa al máximo.

Fueron sólo unos segundos. Con un gesto de derrota cerró sus feos ojos y descansó en paz, teniéndome a ní como testigo de los hechos y asesino, a la vez.

Aguantándome todo lo mal que me sentía y al haber presenciado el nacimiento y muerte de esta extrañeza de la vida, decidí echarlo en una bolsa de plástico y corrí a tirarlo a un depósito de basura que se encuentra a unas cuadras de la casa. Le pedí ayuda a un vecino para poder ir a dejar la caja de huevos en el mismo sitio donde quedaría el engendro embolsado. Traté de no darle explicaciones, aunque me preguntaba cada diez segundos por qué la tiraba. Su curiosidad quedó saciada cuando le dije que olían mal y que el primer blanquillo que ocupé había salido con gusanos.

En la semana siguiente supe por medio de vecinos que muchos perros, gatos y hasta ratas, habían encontrado la muerte al ir a alimentarse al basurero.
Por internet primero, y luego por el periódico que habitualmente compro, me informé que había pequeñas islas que estaban desapareciendo con todo y gente en el área de Oceanía. Algo raro pasaba.

También supe que mi amigo de Querétaro desapareció con toda su familia y todos sus animales de la granja, sin dejar rastro. Nunca volví a saber de ellos.

laj





















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