jueves, 31 de diciembre de 2009

¡Zas!

La joven cantante del bar en el que estaba con un grupo de amigos me veía canción tras canción, insistentemente. Sólo me miraba a mi. Me veía con extraña dulzura, sin quitarme sus bellos ojazos de encima. Esto lo notaron todos mis amigos y el bar completo. Saben de mi debilidad por las mujeres. De mi facilidad para ligar.

Cuando estábamos pagando la cuenta y despidiéndonos entre nosotros, el mesero me hizo llegar una servilleta con un recado de la vocalista que decía: "Papá, al fin, después de catorce años buscándote te he encontrado aquí. Regresa a casa. Mamá, los gemelos, tu hijo Silvino y yo te seguimos esperando. Con amor de hija, Andrea, tu ojitos bonitos".



laj

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Rosy La Chica del Aliento Espantoso (Basado en un Hecho de la Vida Real)


Este es el relato de una chica de dieciséis años llamada Rosa, de cariño Rosy, que vivía muy contenta y feliz con sus padres y dos hermanos menores, uno de siete años y otro de cinco; Pedro y Pablo, respectivamente.

Rosy era muy bonita y eso no se lo decía su espejo, sino las miradas de todos los chicos de la escuela y los de la calle. Era de pelo negro y largo, no muy alta y de complexión regular, con un lunar pequeño un poco arriba de las pobladas cejas.Era de carácter alegre, fiestera y muy popular entre la comunidad estudiantil. No había reunión social en la que no participara amenamente y a la que no fuera invitada. ¡Era un torbellino!

Pero un día Rosy se enamoró y ahí cambió toda su vida. Empezó a dejar de comer, a dejar de hacer sus tareas , a dejar de dormir y a ponerse extraña y de mal carácter. Su actitud hacia los demás había cambiado mucho. En la escuela sus amistades lo notaron y en su casa también.

Guillermo, Willy de cariño, era el indirecto responsable de todos los malews de la bella Rosy. Era un muchacho alto, muy fornido de nacimiento y muy apuesto, que gozaba de gran fama entre las chicas del colegio. Gran figura deportiva de la escuela. Tenía dos años más que ella.

Extrañamente, en vez de que Rosy se preocupara más por su apariencia personal, no; fue absolutamente todo lo contrario. Dejó de ir algunos días a la escuela y se retiró de las actividades a las que estaba acostumbrada y todo aquello que tuviera que ver con la gente. Rosy poco a poco se fue haciendo triste y muy callada; tamto, que casi nadie la reconocía. A Willy no lo iba a ver, ni él a ella. El la empezaba a odiar en silencio.

¿Por qué Rosy ya no andaba de arriba para abajo como solía hacerlo? ¿Por qué se resguardaba en su cuarto y ya no había poder humano capaz de hacerla salir? ¿Por qué Rosy había cambiado? ... Aquí está la respuesta:

Cuando uno es joven y se enamora , el cuerpo sufre una serie de cambios inimaginables de manera orgánica-hormonal, que repercute en reacciones tales como: abundantes cantidades de grasa en la piel, palpitaciones, sudor incesante en manos, pies y ombligo, ojos saltones, etc. Pero Rosy había hallado un cambio extra que no podía soportar, era increíble que algo así le pasara a ella; creía que estas cosas sólo les pasaban a los demás; era algo terrible y no se explicaba el por qué. El punto medular es que Rosy... ¡tenía mal aliento!

Paulatinamente su familia se iba dando cuenta del temible olor a fetidez que salía de su boquita en forma de corazón. Su mamá no se le acercaba mucho y su papá procuraba establecer conversación con ella a una distancia razonable

¿Qué hacer? Pensó Rosy al borde del colapso nervioso. ¿Cómo solucionar esta situación?

Presa de una desesperación absoluta recorrió todas las tiendas buscando algo más que unos dulces de menta, quería algo mágico, algo que acabara con su aroma de una sola vez, algo en qué confiar.

Al no tener mucha suerte en su búsqueda, decidió ir a visitar a cuanto doctor conocía y se encontraba en el directorio telefónico, hasta que llegó con un halitólogo (especialista en el mal aliento), quien le dio en una sola visita la causa de su mal y el remedio.

Usted nunca se ha lavado los dientes desde pequeña y además, es muy natural que al ser joven y estar enamorada, su hígado secrete sustancias de desechos, lo que por consiguiente provoca ese espantoso y agresivo aliento que usted lleva y trae a todos lados, acabó diciendo el facultativo de manera magistral y levantando la ceja derecha.

A Rosy le brillaban los ojitos. Había llegado al fin el día de su cura. A ella nunca  le habían dicho en su casa que los dientes se debían lavar, nunca. Después de agradecer al médico, salió como alma que lleva el diablo, con dirección a su casa. Sus hermanitos la vieron venir a lo lejos y huyeron rápidamente, para esconderse detrás de un enorme árbol de nísperos.

Como nunca en su vida lo había  hecho, Rosy comenzó a lavarse los dientes compulsivamente, no tres veces al día como se lo había recomendado el doctor, sino... ¡treinta y siete!

Willy, quien ya había sentido los estragos del aliento infame de su novia, había permanecido oculto en su casa durante dos semanas para no encontrarse con el descompuesto olor que Rosy guardaba en su boca. Iba caminando por la calle, con rumbo a casa de su novia, decidido a terminar con ella; cuando providencialmente se la topó justo a la mitad del camino, abajo de un frondoso árbol de duraznos, que meneaba sus hojas al compás del apacible viento. Antes de que Willy se atreviera a decir algo, se aventó hacia él y colocó sus brazos alrededor de su cuello , para decirle melosa: "¿dónde te habías metido, bombón?". Willy jaló aire y aguantó la respiración desde el mismísimo instante en que su zorrillesca novia se le abalanzaba a toda velocidad, pero no resistió mucho y sacó el poco aire contenido en sus pulmones. Mas al percibir un agradable aroma a eucalipto mentolado que provenía directamente de las fauces de su Rosy, su cara se volvió a iluminar y comenzó a besarla de manera excesivamente amorosa. Ella se dejaba querer.

Rosy volvió a ser la misma y recuperó a todas sus amistades, incluyendo a su familia y a Willy, su novio. Desde ese día Rosy ha adelgazado bastante, pues por estar preocupada en lavarse los dientes tantas veces al día, hay ocasiones en las que se le olvida comer; pero aún así, vive muy feliz en compañía de los seres que la quieren, a pesar de que todavía su aliento deja mucho que desear.



laj


lunes, 28 de diciembre de 2009

Ganoso

La señora de la tienda anda de enamorada con mi abuelito. Se dan besos  en las noches atrás de la escuela primaria. Aprovechan que está bien solo por ahí y pícaramente hacen de las suyas. Mi abue sale de la casa a las nueve todas las noches diciendo que va por unos cigarros. Regresa diariamente como a las diez y media lleno de una tranquilidad fabulosa. ¡Ah, qué mi abue! Un tren de vida como el suyo le puede hacer daño a su corazón.

Siempre agarra su andadera  con la velocidad que aún le permiten sus 94 años y va a sus encuentros furtivos con su amada de 22, con seis hijos a cuestas. Lo bueno que mi viejito ya le puso las cosas claras a su novia. No quiere echarse compromisos que no pueda cumplir. En caso de llegar a formalizar la relación, él no cuidaría niños ni se iría a la tienda a atenderla. ¡Es un calavera!



laj

Madurez

Fueron años que nos vimos, nos conocimos y supimos el uno del otro. Tu mirada a través de mi no se me olvida. Era pura dulzura. Cada instante que compartimos ha quedado guardado en mi memoria; en mi disco duro. Añoro eso. Recuerdos. Momentos. Partes importantes de mi vida. Cero mentiras. 100% amor. Dedicación. Abnegación. Hablar del futuro.

Todo era bello hasta que dejé de ser bebé.



laj

martes, 22 de diciembre de 2009

En Busca de la Inteligencia

Gracias a que le hice caso a mi comadre Charito, mandé a mi hijo Eulalio a que le inyectaran células madre de delfín para que se hiciera más inteligente, o se le quitara un poco lo menso. Me lo platicó con tanta vehemencia y con lágrimas en los ojos, que no dudé ni un segundo en enviar a mijo a probar ese método.

Soy una señora sola que vende tlacoyos de haba y de papita afuera de la casa para ganarse la vida. Mi viejo, como muchos mexicanos desobligados, una vez que se dan cuenta que tienen que trabajar para sacar adelante a su familia, huyó hace muchos años, el muy ojete. Y desde entonces salgo adelante con los gastos a fuerza de estar trabajando diario. Mi hijo está medio tarado. Cuando lo mando a la tienda por pan me trae azúcar. Y cuando le pido jamón, el muy distraído llega con fab. A simple vista esto parecería ser una situación sin importancia, pero ya tiene 40 años. Queriéndole ayudar he tomado la fuerte decisión de mandarlo a un poblado llamado San Juan de los Murciélagos, donde mi comadre me ha platicado que gente que llega con cara de bobos, miradas perdidas, salen rozagantes y con un brillo en los ojos como si hubieran estudiado muchos años y en las mejores universidades del país. De hecho, ella mandó a su hijito Cicerón, que se le salía la baba todo el día y ha repetido sexto de primaria ocho veces.

El método es sencillo, el doctor, bueno, la persona que está ahí, que a juzgar por las ropas que usa, parece que es leñador, le pone una inyección en cada una de las rodillas, previa sobada con un algodoncito relleno de aceite para bebé. Procede a inocular las supuestas células madre en las articulaciones, extraídas de un frasquito de Gerber que saca de su refrigerador viejo, oculto tras las cortinas del consultorio.

El paciente sale agradecido con el doctor, por tres motivos básicos: primero, no duele; segundo, no cobra mucho y; tercero, es por una situación de salud imprescindible para ser un mejor ser humano.

El hijo de mi comadre Charito ya saca puros dieces y alguno que otro nueve. Mi Eulalito ahora anda todo avispado, me ayuda a lavar la ropa, es una bala con las chicas y nunca falla con su ayuda al puestecito. Amén que ya consiguió un buen trabajo en las mañanas de jardinero. Sí, mi hijo es un triunfador.

Gente mal informada y envidiosa, así como unas reporteras gráficas y de radio que han venido al pueblo a hacer reportajes, nos han dicho que se ha descubierto que bandas bien organizadas de traficantes de puerquitos han hecho pasar a estos por delfines en los alrededores de la región. Se dice que los doctores que aplican las vacunas con células madre de delfines, para hacer a la gente más inteligentes, que por la zona son sólo tres, y cada uno separado del otro por unos sesenta kilómetros, han estado aplicando desde el inicio de sus tratamientos células madre pero de cerditos cola-rosa; especie muy apreciada en el norte del país por su carne rosada y suave.

Los doctores que se han dedicado a este método nunca han tenido ninguna reclamación en los tres años que llevan de dar consulta.


Hace algunas semanas para acá he notado raro al pequeño Cicerón y a mi Eulalio cuarentón. Ayer por la tarde los vi retozando en el lodo y jugando tan contentos que no me atreví a molestarlos.

Yo creo que algo anda mal.


Ayer que le pregunté a mi hijito qué quería de desayunar me contestó "¿oinc?". Saliendo de mi casa, buscando a un doctor para que lo viera, me encontré con Cicerón. Lo saludé y  vi con asombro cómo me movió con frenesí su colita rosa retorcida.



laj


domingo, 20 de diciembre de 2009

Tiempos de Hoy

Dejé de creer en Santa Claus desde esa extraña noche navideña donde vi lo que a continuación les contaré.

Mis papás me habían dicho infinidad de veces que Santa no dejaba regalos en el árbol de Navidad.si los niños no estaban dormidos. Mi hermano y yo sabìamos esa advertencia desde que teníamos uso de razón.

Esa Navidad quisimos quedarnos toda la noche despiertos. Tomamos café como demonios desde medio día del 24. Cuando llegó la hora de que mamá y papá nos arroparan y nos taparan amorosamente en nuestras respectivas camas, fingimos dormirnos de inmediato. Esperamos a que no se oyera ruido y bajamos pecho tierra a parapetarnos atrás del sillón. Mi hermano menor preparó unas deliciosas quesadillas con epazote y unos frijolitos de la olla, divinos.

Como a las tres de la mañana y después de comer las kekas y acabarnos todo el café de la casa, se escucharon unos ruidos en la ventana que daba al lado sur de la casa. Entró el mismísimo Santa Claus y dos de sus duendes, así como dos renos de buen tamaño. Mi hermano sudaba y tenía una maravillosa mirada de felicidad que me hizo reflejarme en él. Nos abrazamos de felicidad. Fue algo inexplicable que nos unió más como familia.

Santa dirigió la obra y los duendes se movieron con gran rapidez y salieron por la ventana, así como uno de los renos. Ahí estaban nuestros muñecos que le habíamos pedido. Una autopista y una pistola que aventaba cascaritas de papa, así como un carrito de pedales. ¡Cuánta felicidad!

Lo que nos hizo decidir el dejar de creer en él fue lo que sucedió a continuación.

Con cierto cansancio se secó la frente con el dorso de su mano derecha. Mi hermano y yo no nos movíamos de nuestro escondite. Seguíamos extasiados viendo algo tan mágico. Alguien que había dividido las creencias del mundo estaba ante nuestros ojos de tiernos niños. El reno que andaba por ahí no dejaba de verlo. Raro. Escena extraña. Bizarra. Santa tomó las dos patas delanteras del animal y con suavidad las levantó y se fundieron en un abrazo algo más que amistoso. No era fraternal, como ese abrazo que minutos antes nos habíamos dado mi hermano y yo. Era como una mezcla de ternura y suavidad. Lo que no me dejó lugar a dudas fue el beso que se dieron en la boca inmediatamente después. El reno era macho. Lo notamos.

Nos quedamos petrificados. Un gesto de confusión nos provocó la escena. Así estuvieron como cinco minutos, manifestando sus sentimientos y emociones, uno en la boca del otro.

Cuando se cansaron Santa bajó al reno y le dio una nalgadita para que se fuera con los demás renos y los duendes al trineo. Después de acomodarse su gorra y limpiarse la boca, y de un largo suspiro, se salió por la ventana. siguiendo a su amor.

Mi hermano y yo soltamos el llanto. Un dolor de niños que sólo quien ha vivido un momento como este puede entender. Mi papá y mamá bajaron despacio las escaleras muy juntos, como conmovidos porque creían que llorábamos de felicidad. Se solazaban viéndonos. Esos regalos recuerdo que los usamos muy poco y los que pudimos los descompusimos o rompimos.

Desde esa fea noche no creo en Santa, ni mi hermano. Eramos muy pequeños para comprender, pero decidimos ponernos a trabajar para poder comprarnos nuestros regalos las navidades siguientes. Yo tenía diecisiete años y él dieciséis.



laj









 

sábado, 19 de diciembre de 2009

Nubes en el Aire

Acababa de dar una conferencia sobre "el universo en expansión y sus consecuencias en el cambio climático", en una de las universidades más renombradas de la ciudad a la que me invitaron, cuando noté que alguien en el público se levantó, pidió el micrófono y enojadísimo me reclamó:

--¡Oiga usted, señor! ¿Por qué nos viene a engañar si yo a usted lo conozco y sé que es un empleado en una panadería? ¿De cuándo acá se ha convertido usted en persona importante? ¡Ibamos a la primaria juntos con la maestra Amparito y a usted le decíamos el Trompas!. ¿O ya no te acuerdas, Trompas?

--¡Es verdad, seudocientífico!. ¡Porque lo que dijo aquí hoy durante tres horas no tiene ni pies ni cabeza!
Secundó otro.

--Además, se viste usted muy mal, me fulminó uno más.

Nunca nadie me avisó que la universidad a la que fui a dar esta plática tiene un área muy grande de estudio de pacientes psiquiátricos. Siempre me embebo tanto en lo que explico que difícilmente volteo a ver al auditorio que me favorece con su atención y no alcanzo a distinguir a los presentes. Miro pero no observo.

De inmediato, al ver que me podían meter en problemas los asistentes al auditorio con preguntas incómodas e incoherentes, me levanté, recogí mi laptop, mi carpeta de apuntes, di las gracias a los profesores que tuvieron a bien invitarme y salí manejando mi auto rápidamente de ahí.

Aún alcancé a llegar a mi casa a tiempo para cambiarme de ropa.

Mi patrón, Jordi, de la panadería La Fantasía, es muy estricto conmigo y luego me regaña si llego tarde.



laj

jueves, 17 de diciembre de 2009

Malinchismo

Justo la noche del 24 me desplacé al pie del árbol de Navidad que queda al ladito de la chimenea. Con cuidado paternal dejé las cajas de regalos que mis hijos le habían pedido a Santa. Como todos sabíamos que Santa Claus no existía,o eso creía, el rito anual era emocionante. En el frío de la noche bajaba las escaleras de caracol de la casa y arreglaba las cajas de tal manera que lo primero que vieran mis retoños en la mañana, al despertar, fuera eso: sus juguetes que habían pedido y que esperaban con tanta ilusión.

Al estarme retirando para volver a dormir escuché un ruido violento en el techo de la casa que cesó rápidamente. Unos segundos después oí un deslizamiento de mucho polvo por la mismísima chimenea. Con gran miedo me refugié detrás del árbol y sus foquitos de colores. ¡Zas! ¡Que cae de sentón el mismísimo Papá Noel! Sin hacer tanto barullo, que fue algo que me sorprendió, se levantó, se sacudió el polvo, se acomodó los anteojos sobre su nariz y tenía esa piel rojiza con que lo caracterizan los cuentos, novelas y descripciones históricas. Las barbas blancas, su uniforme y sus botas eran tal cual.

Se me quedó viendo y con suavidad me extendió una barra de chocolate con el idioma inglés en su envoltura.
-- Con permisito, me dijo, con un poco de acento y sacó de su costal regalos infinitamente más bonitos y caros que los que yo les había conseguido a mis vástagos. Todo estaba en inglés.

Con un leve saludo tomándose la gorrita roja con blanco con el índice y pulgar de la mano derecha, gateó hasta la entrada de la chimenea y se introdujo a la misma nuevamente, saliendo de mi casa por ahí.

Me asomé por la ventana y ahí iba jalando las cuerdas del trineo con alegría única. Sus ocho renos corrían sobre el aire. Todo era de una estética y de una paz sin igual. Los regalos  nacionales que ya había puesto en el árbol los tuve que quitar y regalarlos a un orfanatorio al día siguiente.

Me dio tristeza saber que Santa había conseguido cosas mejores que las que yo pude comprar. Pero más coraje me dio saber que Santa prefiere comprar todos sus regalos en Estados Unidos.




laj

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Picassesco


Nunca me creyó lo que le decía. Era un mujer hermosa, espectacular. Creyó que yo siempre le mentía. Hace años que no la veo. Supe por una amiga en común que se operó las bubis. Se puso más. También las pompis. Se las aumentó. La nariz fea se la trató de componer con muchas cirugías. Pero entre eso y una restirada de cara, un ojo le quedó arriba de la oreja izquierda y el otro en mero enmedio de la frente.

Hoy, me cuenta mi amiga, la conocen como la Cíclope.



laj

Con Dedicatoria a Dostoievski

Tus chorros de sangre y rictus de dolor me indicaban que se me había pasado la mano. Imprimí demasiado fuerza en ese hachazo que te di. Sólo quería darte una lección. No sé por qué atravesaste tu pequeño cráneo justo a la mitad de la hoja filosa. Tu cara mojada de rojo aún tuvo fuerzas para hacerme un guiño como de complicidad. Como si hubieras aceptado lo que hice. Como si no tuvieras problemas por mi decisión. Como si te hubiera hecho gracia. Como si me siguieras amando.



laj

viernes, 11 de diciembre de 2009

¿Ella?

"Síganme las buenas", decía la defensa trasera de un camión materialista pintado de rojo.

Lo manejaba con overol de mezclilla, sombrero de paja, camisa cuadrada arremangada, cigarro encendido y pelo en brazos, pecho y espalda, Lucha la Caballona.



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Asno

Tanto quise saber, aprender de todo, conocer, que terminé desconociendo hasta lo más elemental y sabiendo menos que el más ignorante del pueblo.

Desde hace más de diez años paso los días arrojando piedritas al río.



laj

jueves, 10 de diciembre de 2009

Sucedió en la Ciudad

Iba Simón caminando por la calle y jugaba con una moneda entre sus dedos, cuando ante sus ojos encontró una escena que rebasaba los límites de lo entendible por la inteligencia humana; algo incapaz de pasar por alto. "Era algo perversamente delicioso" , pensó.

Veía como una pareja hacía el amor en plena calle. ¡Sí, en plena calle! Y a la vista de toda la gente que fingía no ver, pero que acababa mirando casi con descaro.

El era un perfecto animal por sus movimientos salvajes y ella, otro tanto por sus cadenciosos contoneos de fiera.

La gente que iba pasando les dedicaba diversas miradas. Unos los condenaban, otros los envidiaban. No faltó quien se espantara y saliera hecho un bólido de ahí.

Mientras Simón le agradecía a la vida que lo estuviera obsequiando con esta escena de color rojo subido, ya se había formado una bola de curiosos.

El intentó cambiar de pose, pero ella no quiso hacerle segunda y así siguieron. La gente los insultaba y trataron de aventarles piedras, pero no faltaron los que intentaron defenderlos con todo a esta pareja desinhibida, que mostraban su cariño ante todo el mundo, sin prejuicios de ningún tipo.

Quien sí estaba definitivamente siendo afectado por lo que estaba ocurriendo, era Simón, quien difícilmente podía contener la excesiva y abundante cantidad de saliva que traía en la boca. En el momento en que una patrulla se acercó dispuestos a acabar con este espectáculo degradante, la pareja, sin ropa encima, seguía en lo suyo, queriéndose, amándose. No repararon en que hubiera llegado la autoridad. Es más, ni les importaba. Su mirada denotaba parsimonia absoluta.

Un patrullero echó mano a Simón y lo trepó a la patrulla, por andar promoviendo escenas callejeras degradantes para el buen vivir. El otro policía, consiguió una cubeta con Cuca, la de los tamales y la llenó de agua bien caliente y se las echó a boca de jarro a estos dos perros callejeros para que se despegaran. Un chillido de los dos animales fue seguido de una huída a toda velocidad al parque de la esquina a seguir disfrutando los placeres de la vida.



laj






















martes, 8 de diciembre de 2009

Relaciones Públicas


La vecina del departamento de enfrente no dejaba de espiarme por las noches.

Una de esas veces, para darle una lección, anduve por la casa con sólo un libro entre mis manos como única prenda de vestir.

Ya no me espía. Ahora me invita a su casa todas las noches a comer galletitas con café.



laj

domingo, 6 de diciembre de 2009

Afición


Aunque tenía dos trabajos, no dejaba de envidiar a la gente que tenía verdaderas pasiones o aficiones y les dan salida los fines de semana, principalmente.

Ir al futbol, a los toros, al hipódromo, a apostar al casino, a rezar al templo, a círculos de lectura, a bailar zumba, a ver los aviones, al cine, a jugar ajedrez, a un concierto, a tomar un café, a chatear en las redes sociales de Internet, al gym, a hacer yoga, a aprender metafísica, dianética, empezar una dieta...

De alguna manera odiaba a esa gente. Sólo me limitaba a trabajar, trabajar y a veces veía la televisión, preferentemente en los canales especializados de noticias, quedándome dormido la gran mayoría de las veces. Mi señora era igual. No le daba la gana salir a ningún lado a nada y a todo mandado siempre enviaba a la muchacha que nos ayuda en la casa de nombre Elisa.

Sí. mi vida definitivamente era muy aburrida.

Una noche que me disponía a dormir, unas señoras tocaron la puerta de mi departamento. Eran fervientes creyentes en que el tejido era lo de hoy. Me explicaron las bondades de la labor y lo reconfortante y adictivo que puede volverse esta afición.Me animaron a ir con ellas a aprender y a afiliarme a su club.

Después de dos meses de ir todos los sábados y domingos a clases, ya llevo hechos dos chalequitos y seis chambritas bien cuquis!!



laj

Madruguete

Antes de que el aburrimiento me matara, le gané.

Dejé de respirar para morir y así, castigar al muy maldito.



laj

Náusea

Corría a lo largo del parque una calurosa mañana del verano pasado. Un espantoso talcuache salió a mi paso. Me detuve, obligado. Nunca había visto uno de cerca., tan de cerca. Me provocó mucho asco ver su aspecto. Pero, por su reacción, creo que a él también le causé la misma impresión.

De inmediato dejó de comer y sin dejar de mirarme, haciendo gestos terribles, vomitó cerca de dieciseis veces.
¡Ay! ¡Grosero!



laj

Un Hombre Invisible

Sorber mi refresco me delató. Creí que en la oscuridad del cine pasaría inadvertido, pero la gente supo que yo andaba por ahí.

Nunca he podido ser el hombre invisible sin hacer ruiditos.



laj

El Hombre Papalote

Estaba mal de mis rodillas por mucho tiempo de trabajar recogiendo lechugas en el país del norte. Un familiar me recomendó un doctor que utiliza un método alternativo para curar la ruptura de ligamentos y meniscos.

Me lo explicó varias veces: "es un método donde el único riesgo es que se cure, pero se vuelva 100% volátil".

A mi lo que me importaba era que se me quitara este horroroso dolor. Los gases que me inyectó fueron: helio, neón, argón, kriptón, xenón, radón y un poquito de nitrógeno.

Providencialmente desapareció ese molesto dolor anquilosado por años. También me vendió tres carretes de hilo nailón de 4 kilómetros de largo cada uno. Abrió un carrete. Con cuidado le quitó el papel celofán que lo cubría y agarró una punta de toda la madeja y procedió a amarrármelo al cinturón. El otro extremo se lo dio a mi hija Eduardita que me acompañaba.

Ahora soy un globo viviente sin dolor en mis rodillas.



laj


sábado, 5 de diciembre de 2009

Castigo


Ahora que la vuelva a ver sí le voy a decir lo mucho que me gusta. Que la quiero. Que la voy a cuidar. No seré celoso de quien se le acerque. La próxima vez la reconquistaré con detalles que sé le agradarán.

Me he alterado muy feo últimamente. No la vuelvo a lastimar. No sé qué me pasó.

Allí viene el sacerdote y el verdugo. Creo que no escribiré más.



laj

viernes, 4 de diciembre de 2009

Truhán

Siempre he tenido la oscura fantasía de robarme las limosnas de la iglesia de la comunidad.

Una noche de domingo me decidí. Una vez que salió toda la gente de misa de siete, me colé hasta atrás del confesionario esperando el momento indicado para actuar. A punto de cometer mi fechoría, unas sombras en la oscuridad del recinto sagrado detuvieron mi afán antisocial.

Vi con tristeza que el sacristán se me había adelantado: se repartía el botín con el monaguillo.



laj

jueves, 3 de diciembre de 2009

Hambre

Un lobo aullaba sin cesar cada dos noches afuera de la casa, hubiera luna o no. Harto, decidí ponerle fin a sus molestas serenatas. Agarré el bebé de Micaela, la del 2 y se lo aventé por la ventana.

El lobo no volvió a hacer ruido otra vez.



laj

martes, 1 de diciembre de 2009

¡¡La Tierra Corre Peligro!!

Dicen que a la Martina le llegaban las chichis hasta el suelo. Todos los hombres del vecindario, jóvenes y viejos la tuvieron cuando menos una vez en la vida entre sus brazos. Ahora nadie sabe adonde se fue.

Sólo yo sabía su paradero actual y sus planes macabros. Me acostumbré a subir a la azotea por las noches y desde ahí veía vez tras vez show gratuito cortesía de la Martina. Desde ahí pude ver sus planes que cuidadosamente dibujaba en un pizarrón  una vez que salía de su casa su compañero en turno.

Esas trompas de oso hormiguero que salían de su pecho no eran senos. Eran unos brazos articulados para tomar muestras del DNA de los hombres con los que retozaba gustosa. Con el chupetito de al final recogía pedacitos de piel humana para sus nefastos fines. Se sabía que a ninguno le negaba nada. Era básicamente por cuestiones científicas.militares. En el día, uno se llegaba a encontrar filas a la puerta de su hogar.


Nunca envejecía y desde hace unos cinco años que llegó a la comunidad, nadie supo nunca de donde venía, quién era su familia, ni nada de nada.

Un buen día desapareció. Desde la Luna, esperaba tranquila el momento de regresar a la Tierra con sus miles y miles de súbditos selenitas a conquistar nuestro planeta, valiéndose del conocimiento genético de los seres humanos y, por lo tanto, de sus debilidades.

Era una hermosa diosa lunar y en las noches de Luna, desde la Tierra, se podía ver su figura divina de perfil, al lado de un conejo.

En la Luna no saben qué son las chichis.



laj