jueves, 31 de diciembre de 2009

¡Zas!

La joven cantante del bar en el que estaba con un grupo de amigos me veía canción tras canción, insistentemente. Sólo me miraba a mi. Me veía con extraña dulzura, sin quitarme sus bellos ojazos de encima. Esto lo notaron todos mis amigos y el bar completo. Saben de mi debilidad por las mujeres. De mi facilidad para ligar.

Cuando estábamos pagando la cuenta y despidiéndonos entre nosotros, el mesero me hizo llegar una servilleta con un recado de la vocalista que decía: "Papá, al fin, después de catorce años buscándote te he encontrado aquí. Regresa a casa. Mamá, los gemelos, tu hijo Silvino y yo te seguimos esperando. Con amor de hija, Andrea, tu ojitos bonitos".



laj

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Rosy La Chica del Aliento Espantoso (Basado en un Hecho de la Vida Real)


Este es el relato de una chica de dieciséis años llamada Rosa, de cariño Rosy, que vivía muy contenta y feliz con sus padres y dos hermanos menores, uno de siete años y otro de cinco; Pedro y Pablo, respectivamente.

Rosy era muy bonita y eso no se lo decía su espejo, sino las miradas de todos los chicos de la escuela y los de la calle. Era de pelo negro y largo, no muy alta y de complexión regular, con un lunar pequeño un poco arriba de las pobladas cejas.Era de carácter alegre, fiestera y muy popular entre la comunidad estudiantil. No había reunión social en la que no participara amenamente y a la que no fuera invitada. ¡Era un torbellino!

Pero un día Rosy se enamoró y ahí cambió toda su vida. Empezó a dejar de comer, a dejar de hacer sus tareas , a dejar de dormir y a ponerse extraña y de mal carácter. Su actitud hacia los demás había cambiado mucho. En la escuela sus amistades lo notaron y en su casa también.

Guillermo, Willy de cariño, era el indirecto responsable de todos los malews de la bella Rosy. Era un muchacho alto, muy fornido de nacimiento y muy apuesto, que gozaba de gran fama entre las chicas del colegio. Gran figura deportiva de la escuela. Tenía dos años más que ella.

Extrañamente, en vez de que Rosy se preocupara más por su apariencia personal, no; fue absolutamente todo lo contrario. Dejó de ir algunos días a la escuela y se retiró de las actividades a las que estaba acostumbrada y todo aquello que tuviera que ver con la gente. Rosy poco a poco se fue haciendo triste y muy callada; tamto, que casi nadie la reconocía. A Willy no lo iba a ver, ni él a ella. El la empezaba a odiar en silencio.

¿Por qué Rosy ya no andaba de arriba para abajo como solía hacerlo? ¿Por qué se resguardaba en su cuarto y ya no había poder humano capaz de hacerla salir? ¿Por qué Rosy había cambiado? ... Aquí está la respuesta:

Cuando uno es joven y se enamora , el cuerpo sufre una serie de cambios inimaginables de manera orgánica-hormonal, que repercute en reacciones tales como: abundantes cantidades de grasa en la piel, palpitaciones, sudor incesante en manos, pies y ombligo, ojos saltones, etc. Pero Rosy había hallado un cambio extra que no podía soportar, era increíble que algo así le pasara a ella; creía que estas cosas sólo les pasaban a los demás; era algo terrible y no se explicaba el por qué. El punto medular es que Rosy... ¡tenía mal aliento!

Paulatinamente su familia se iba dando cuenta del temible olor a fetidez que salía de su boquita en forma de corazón. Su mamá no se le acercaba mucho y su papá procuraba establecer conversación con ella a una distancia razonable

¿Qué hacer? Pensó Rosy al borde del colapso nervioso. ¿Cómo solucionar esta situación?

Presa de una desesperación absoluta recorrió todas las tiendas buscando algo más que unos dulces de menta, quería algo mágico, algo que acabara con su aroma de una sola vez, algo en qué confiar.

Al no tener mucha suerte en su búsqueda, decidió ir a visitar a cuanto doctor conocía y se encontraba en el directorio telefónico, hasta que llegó con un halitólogo (especialista en el mal aliento), quien le dio en una sola visita la causa de su mal y el remedio.

Usted nunca se ha lavado los dientes desde pequeña y además, es muy natural que al ser joven y estar enamorada, su hígado secrete sustancias de desechos, lo que por consiguiente provoca ese espantoso y agresivo aliento que usted lleva y trae a todos lados, acabó diciendo el facultativo de manera magistral y levantando la ceja derecha.

A Rosy le brillaban los ojitos. Había llegado al fin el día de su cura. A ella nunca  le habían dicho en su casa que los dientes se debían lavar, nunca. Después de agradecer al médico, salió como alma que lleva el diablo, con dirección a su casa. Sus hermanitos la vieron venir a lo lejos y huyeron rápidamente, para esconderse detrás de un enorme árbol de nísperos.

Como nunca en su vida lo había  hecho, Rosy comenzó a lavarse los dientes compulsivamente, no tres veces al día como se lo había recomendado el doctor, sino... ¡treinta y siete!

Willy, quien ya había sentido los estragos del aliento infame de su novia, había permanecido oculto en su casa durante dos semanas para no encontrarse con el descompuesto olor que Rosy guardaba en su boca. Iba caminando por la calle, con rumbo a casa de su novia, decidido a terminar con ella; cuando providencialmente se la topó justo a la mitad del camino, abajo de un frondoso árbol de duraznos, que meneaba sus hojas al compás del apacible viento. Antes de que Willy se atreviera a decir algo, se aventó hacia él y colocó sus brazos alrededor de su cuello , para decirle melosa: "¿dónde te habías metido, bombón?". Willy jaló aire y aguantó la respiración desde el mismísimo instante en que su zorrillesca novia se le abalanzaba a toda velocidad, pero no resistió mucho y sacó el poco aire contenido en sus pulmones. Mas al percibir un agradable aroma a eucalipto mentolado que provenía directamente de las fauces de su Rosy, su cara se volvió a iluminar y comenzó a besarla de manera excesivamente amorosa. Ella se dejaba querer.

Rosy volvió a ser la misma y recuperó a todas sus amistades, incluyendo a su familia y a Willy, su novio. Desde ese día Rosy ha adelgazado bastante, pues por estar preocupada en lavarse los dientes tantas veces al día, hay ocasiones en las que se le olvida comer; pero aún así, vive muy feliz en compañía de los seres que la quieren, a pesar de que todavía su aliento deja mucho que desear.



laj


lunes, 28 de diciembre de 2009

Ganoso

La señora de la tienda anda de enamorada con mi abuelito. Se dan besos  en las noches atrás de la escuela primaria. Aprovechan que está bien solo por ahí y pícaramente hacen de las suyas. Mi abue sale de la casa a las nueve todas las noches diciendo que va por unos cigarros. Regresa diariamente como a las diez y media lleno de una tranquilidad fabulosa. ¡Ah, qué mi abue! Un tren de vida como el suyo le puede hacer daño a su corazón.

Siempre agarra su andadera  con la velocidad que aún le permiten sus 94 años y va a sus encuentros furtivos con su amada de 22, con seis hijos a cuestas. Lo bueno que mi viejito ya le puso las cosas claras a su novia. No quiere echarse compromisos que no pueda cumplir. En caso de llegar a formalizar la relación, él no cuidaría niños ni se iría a la tienda a atenderla. ¡Es un calavera!



laj

Madurez

Fueron años que nos vimos, nos conocimos y supimos el uno del otro. Tu mirada a través de mi no se me olvida. Era pura dulzura. Cada instante que compartimos ha quedado guardado en mi memoria; en mi disco duro. Añoro eso. Recuerdos. Momentos. Partes importantes de mi vida. Cero mentiras. 100% amor. Dedicación. Abnegación. Hablar del futuro.

Todo era bello hasta que dejé de ser bebé.



laj

martes, 22 de diciembre de 2009

En Busca de la Inteligencia

Gracias a que le hice caso a mi comadre Charito, mandé a mi hijo Eulalio a que le inyectaran células madre de delfín para que se hiciera más inteligente, o se le quitara un poco lo menso. Me lo platicó con tanta vehemencia y con lágrimas en los ojos, que no dudé ni un segundo en enviar a mijo a probar ese método.

Soy una señora sola que vende tlacoyos de haba y de papita afuera de la casa para ganarse la vida. Mi viejo, como muchos mexicanos desobligados, una vez que se dan cuenta que tienen que trabajar para sacar adelante a su familia, huyó hace muchos años, el muy ojete. Y desde entonces salgo adelante con los gastos a fuerza de estar trabajando diario. Mi hijo está medio tarado. Cuando lo mando a la tienda por pan me trae azúcar. Y cuando le pido jamón, el muy distraído llega con fab. A simple vista esto parecería ser una situación sin importancia, pero ya tiene 40 años. Queriéndole ayudar he tomado la fuerte decisión de mandarlo a un poblado llamado San Juan de los Murciélagos, donde mi comadre me ha platicado que gente que llega con cara de bobos, miradas perdidas, salen rozagantes y con un brillo en los ojos como si hubieran estudiado muchos años y en las mejores universidades del país. De hecho, ella mandó a su hijito Cicerón, que se le salía la baba todo el día y ha repetido sexto de primaria ocho veces.

El método es sencillo, el doctor, bueno, la persona que está ahí, que a juzgar por las ropas que usa, parece que es leñador, le pone una inyección en cada una de las rodillas, previa sobada con un algodoncito relleno de aceite para bebé. Procede a inocular las supuestas células madre en las articulaciones, extraídas de un frasquito de Gerber que saca de su refrigerador viejo, oculto tras las cortinas del consultorio.

El paciente sale agradecido con el doctor, por tres motivos básicos: primero, no duele; segundo, no cobra mucho y; tercero, es por una situación de salud imprescindible para ser un mejor ser humano.

El hijo de mi comadre Charito ya saca puros dieces y alguno que otro nueve. Mi Eulalito ahora anda todo avispado, me ayuda a lavar la ropa, es una bala con las chicas y nunca falla con su ayuda al puestecito. Amén que ya consiguió un buen trabajo en las mañanas de jardinero. Sí, mi hijo es un triunfador.

Gente mal informada y envidiosa, así como unas reporteras gráficas y de radio que han venido al pueblo a hacer reportajes, nos han dicho que se ha descubierto que bandas bien organizadas de traficantes de puerquitos han hecho pasar a estos por delfines en los alrededores de la región. Se dice que los doctores que aplican las vacunas con células madre de delfines, para hacer a la gente más inteligentes, que por la zona son sólo tres, y cada uno separado del otro por unos sesenta kilómetros, han estado aplicando desde el inicio de sus tratamientos células madre pero de cerditos cola-rosa; especie muy apreciada en el norte del país por su carne rosada y suave.

Los doctores que se han dedicado a este método nunca han tenido ninguna reclamación en los tres años que llevan de dar consulta.


Hace algunas semanas para acá he notado raro al pequeño Cicerón y a mi Eulalio cuarentón. Ayer por la tarde los vi retozando en el lodo y jugando tan contentos que no me atreví a molestarlos.

Yo creo que algo anda mal.


Ayer que le pregunté a mi hijito qué quería de desayunar me contestó "¿oinc?". Saliendo de mi casa, buscando a un doctor para que lo viera, me encontré con Cicerón. Lo saludé y  vi con asombro cómo me movió con frenesí su colita rosa retorcida.



laj


domingo, 20 de diciembre de 2009

Tiempos de Hoy

Dejé de creer en Santa Claus desde esa extraña noche navideña donde vi lo que a continuación les contaré.

Mis papás me habían dicho infinidad de veces que Santa no dejaba regalos en el árbol de Navidad.si los niños no estaban dormidos. Mi hermano y yo sabìamos esa advertencia desde que teníamos uso de razón.

Esa Navidad quisimos quedarnos toda la noche despiertos. Tomamos café como demonios desde medio día del 24. Cuando llegó la hora de que mamá y papá nos arroparan y nos taparan amorosamente en nuestras respectivas camas, fingimos dormirnos de inmediato. Esperamos a que no se oyera ruido y bajamos pecho tierra a parapetarnos atrás del sillón. Mi hermano menor preparó unas deliciosas quesadillas con epazote y unos frijolitos de la olla, divinos.

Como a las tres de la mañana y después de comer las kekas y acabarnos todo el café de la casa, se escucharon unos ruidos en la ventana que daba al lado sur de la casa. Entró el mismísimo Santa Claus y dos de sus duendes, así como dos renos de buen tamaño. Mi hermano sudaba y tenía una maravillosa mirada de felicidad que me hizo reflejarme en él. Nos abrazamos de felicidad. Fue algo inexplicable que nos unió más como familia.

Santa dirigió la obra y los duendes se movieron con gran rapidez y salieron por la ventana, así como uno de los renos. Ahí estaban nuestros muñecos que le habíamos pedido. Una autopista y una pistola que aventaba cascaritas de papa, así como un carrito de pedales. ¡Cuánta felicidad!

Lo que nos hizo decidir el dejar de creer en él fue lo que sucedió a continuación.

Con cierto cansancio se secó la frente con el dorso de su mano derecha. Mi hermano y yo no nos movíamos de nuestro escondite. Seguíamos extasiados viendo algo tan mágico. Alguien que había dividido las creencias del mundo estaba ante nuestros ojos de tiernos niños. El reno que andaba por ahí no dejaba de verlo. Raro. Escena extraña. Bizarra. Santa tomó las dos patas delanteras del animal y con suavidad las levantó y se fundieron en un abrazo algo más que amistoso. No era fraternal, como ese abrazo que minutos antes nos habíamos dado mi hermano y yo. Era como una mezcla de ternura y suavidad. Lo que no me dejó lugar a dudas fue el beso que se dieron en la boca inmediatamente después. El reno era macho. Lo notamos.

Nos quedamos petrificados. Un gesto de confusión nos provocó la escena. Así estuvieron como cinco minutos, manifestando sus sentimientos y emociones, uno en la boca del otro.

Cuando se cansaron Santa bajó al reno y le dio una nalgadita para que se fuera con los demás renos y los duendes al trineo. Después de acomodarse su gorra y limpiarse la boca, y de un largo suspiro, se salió por la ventana. siguiendo a su amor.

Mi hermano y yo soltamos el llanto. Un dolor de niños que sólo quien ha vivido un momento como este puede entender. Mi papá y mamá bajaron despacio las escaleras muy juntos, como conmovidos porque creían que llorábamos de felicidad. Se solazaban viéndonos. Esos regalos recuerdo que los usamos muy poco y los que pudimos los descompusimos o rompimos.

Desde esa fea noche no creo en Santa, ni mi hermano. Eramos muy pequeños para comprender, pero decidimos ponernos a trabajar para poder comprarnos nuestros regalos las navidades siguientes. Yo tenía diecisiete años y él dieciséis.



laj









 

sábado, 19 de diciembre de 2009

Nubes en el Aire

Acababa de dar una conferencia sobre "el universo en expansión y sus consecuencias en el cambio climático", en una de las universidades más renombradas de la ciudad a la que me invitaron, cuando noté que alguien en el público se levantó, pidió el micrófono y enojadísimo me reclamó:

--¡Oiga usted, señor! ¿Por qué nos viene a engañar si yo a usted lo conozco y sé que es un empleado en una panadería? ¿De cuándo acá se ha convertido usted en persona importante? ¡Ibamos a la primaria juntos con la maestra Amparito y a usted le decíamos el Trompas!. ¿O ya no te acuerdas, Trompas?

--¡Es verdad, seudocientífico!. ¡Porque lo que dijo aquí hoy durante tres horas no tiene ni pies ni cabeza!
Secundó otro.

--Además, se viste usted muy mal, me fulminó uno más.

Nunca nadie me avisó que la universidad a la que fui a dar esta plática tiene un área muy grande de estudio de pacientes psiquiátricos. Siempre me embebo tanto en lo que explico que difícilmente volteo a ver al auditorio que me favorece con su atención y no alcanzo a distinguir a los presentes. Miro pero no observo.

De inmediato, al ver que me podían meter en problemas los asistentes al auditorio con preguntas incómodas e incoherentes, me levanté, recogí mi laptop, mi carpeta de apuntes, di las gracias a los profesores que tuvieron a bien invitarme y salí manejando mi auto rápidamente de ahí.

Aún alcancé a llegar a mi casa a tiempo para cambiarme de ropa.

Mi patrón, Jordi, de la panadería La Fantasía, es muy estricto conmigo y luego me regaña si llego tarde.



laj

jueves, 17 de diciembre de 2009

Malinchismo

Justo la noche del 24 me desplacé al pie del árbol de Navidad que queda al ladito de la chimenea. Con cuidado paternal dejé las cajas de regalos que mis hijos le habían pedido a Santa. Como todos sabíamos que Santa Claus no existía,o eso creía, el rito anual era emocionante. En el frío de la noche bajaba las escaleras de caracol de la casa y arreglaba las cajas de tal manera que lo primero que vieran mis retoños en la mañana, al despertar, fuera eso: sus juguetes que habían pedido y que esperaban con tanta ilusión.

Al estarme retirando para volver a dormir escuché un ruido violento en el techo de la casa que cesó rápidamente. Unos segundos después oí un deslizamiento de mucho polvo por la mismísima chimenea. Con gran miedo me refugié detrás del árbol y sus foquitos de colores. ¡Zas! ¡Que cae de sentón el mismísimo Papá Noel! Sin hacer tanto barullo, que fue algo que me sorprendió, se levantó, se sacudió el polvo, se acomodó los anteojos sobre su nariz y tenía esa piel rojiza con que lo caracterizan los cuentos, novelas y descripciones históricas. Las barbas blancas, su uniforme y sus botas eran tal cual.

Se me quedó viendo y con suavidad me extendió una barra de chocolate con el idioma inglés en su envoltura.
-- Con permisito, me dijo, con un poco de acento y sacó de su costal regalos infinitamente más bonitos y caros que los que yo les había conseguido a mis vástagos. Todo estaba en inglés.

Con un leve saludo tomándose la gorrita roja con blanco con el índice y pulgar de la mano derecha, gateó hasta la entrada de la chimenea y se introdujo a la misma nuevamente, saliendo de mi casa por ahí.

Me asomé por la ventana y ahí iba jalando las cuerdas del trineo con alegría única. Sus ocho renos corrían sobre el aire. Todo era de una estética y de una paz sin igual. Los regalos  nacionales que ya había puesto en el árbol los tuve que quitar y regalarlos a un orfanatorio al día siguiente.

Me dio tristeza saber que Santa había conseguido cosas mejores que las que yo pude comprar. Pero más coraje me dio saber que Santa prefiere comprar todos sus regalos en Estados Unidos.




laj

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Picassesco


Nunca me creyó lo que le decía. Era un mujer hermosa, espectacular. Creyó que yo siempre le mentía. Hace años que no la veo. Supe por una amiga en común que se operó las bubis. Se puso más. También las pompis. Se las aumentó. La nariz fea se la trató de componer con muchas cirugías. Pero entre eso y una restirada de cara, un ojo le quedó arriba de la oreja izquierda y el otro en mero enmedio de la frente.

Hoy, me cuenta mi amiga, la conocen como la Cíclope.



laj

Con Dedicatoria a Dostoievski

Tus chorros de sangre y rictus de dolor me indicaban que se me había pasado la mano. Imprimí demasiado fuerza en ese hachazo que te di. Sólo quería darte una lección. No sé por qué atravesaste tu pequeño cráneo justo a la mitad de la hoja filosa. Tu cara mojada de rojo aún tuvo fuerzas para hacerme un guiño como de complicidad. Como si hubieras aceptado lo que hice. Como si no tuvieras problemas por mi decisión. Como si te hubiera hecho gracia. Como si me siguieras amando.



laj

viernes, 11 de diciembre de 2009

¿Ella?

"Síganme las buenas", decía la defensa trasera de un camión materialista pintado de rojo.

Lo manejaba con overol de mezclilla, sombrero de paja, camisa cuadrada arremangada, cigarro encendido y pelo en brazos, pecho y espalda, Lucha la Caballona.



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Asno

Tanto quise saber, aprender de todo, conocer, que terminé desconociendo hasta lo más elemental y sabiendo menos que el más ignorante del pueblo.

Desde hace más de diez años paso los días arrojando piedritas al río.



laj

jueves, 10 de diciembre de 2009

Sucedió en la Ciudad

Iba Simón caminando por la calle y jugaba con una moneda entre sus dedos, cuando ante sus ojos encontró una escena que rebasaba los límites de lo entendible por la inteligencia humana; algo incapaz de pasar por alto. "Era algo perversamente delicioso" , pensó.

Veía como una pareja hacía el amor en plena calle. ¡Sí, en plena calle! Y a la vista de toda la gente que fingía no ver, pero que acababa mirando casi con descaro.

El era un perfecto animal por sus movimientos salvajes y ella, otro tanto por sus cadenciosos contoneos de fiera.

La gente que iba pasando les dedicaba diversas miradas. Unos los condenaban, otros los envidiaban. No faltó quien se espantara y saliera hecho un bólido de ahí.

Mientras Simón le agradecía a la vida que lo estuviera obsequiando con esta escena de color rojo subido, ya se había formado una bola de curiosos.

El intentó cambiar de pose, pero ella no quiso hacerle segunda y así siguieron. La gente los insultaba y trataron de aventarles piedras, pero no faltaron los que intentaron defenderlos con todo a esta pareja desinhibida, que mostraban su cariño ante todo el mundo, sin prejuicios de ningún tipo.

Quien sí estaba definitivamente siendo afectado por lo que estaba ocurriendo, era Simón, quien difícilmente podía contener la excesiva y abundante cantidad de saliva que traía en la boca. En el momento en que una patrulla se acercó dispuestos a acabar con este espectáculo degradante, la pareja, sin ropa encima, seguía en lo suyo, queriéndose, amándose. No repararon en que hubiera llegado la autoridad. Es más, ni les importaba. Su mirada denotaba parsimonia absoluta.

Un patrullero echó mano a Simón y lo trepó a la patrulla, por andar promoviendo escenas callejeras degradantes para el buen vivir. El otro policía, consiguió una cubeta con Cuca, la de los tamales y la llenó de agua bien caliente y se las echó a boca de jarro a estos dos perros callejeros para que se despegaran. Un chillido de los dos animales fue seguido de una huída a toda velocidad al parque de la esquina a seguir disfrutando los placeres de la vida.



laj






















martes, 8 de diciembre de 2009

Relaciones Públicas


La vecina del departamento de enfrente no dejaba de espiarme por las noches.

Una de esas veces, para darle una lección, anduve por la casa con sólo un libro entre mis manos como única prenda de vestir.

Ya no me espía. Ahora me invita a su casa todas las noches a comer galletitas con café.



laj

domingo, 6 de diciembre de 2009

Afición


Aunque tenía dos trabajos, no dejaba de envidiar a la gente que tenía verdaderas pasiones o aficiones y les dan salida los fines de semana, principalmente.

Ir al futbol, a los toros, al hipódromo, a apostar al casino, a rezar al templo, a círculos de lectura, a bailar zumba, a ver los aviones, al cine, a jugar ajedrez, a un concierto, a tomar un café, a chatear en las redes sociales de Internet, al gym, a hacer yoga, a aprender metafísica, dianética, empezar una dieta...

De alguna manera odiaba a esa gente. Sólo me limitaba a trabajar, trabajar y a veces veía la televisión, preferentemente en los canales especializados de noticias, quedándome dormido la gran mayoría de las veces. Mi señora era igual. No le daba la gana salir a ningún lado a nada y a todo mandado siempre enviaba a la muchacha que nos ayuda en la casa de nombre Elisa.

Sí. mi vida definitivamente era muy aburrida.

Una noche que me disponía a dormir, unas señoras tocaron la puerta de mi departamento. Eran fervientes creyentes en que el tejido era lo de hoy. Me explicaron las bondades de la labor y lo reconfortante y adictivo que puede volverse esta afición.Me animaron a ir con ellas a aprender y a afiliarme a su club.

Después de dos meses de ir todos los sábados y domingos a clases, ya llevo hechos dos chalequitos y seis chambritas bien cuquis!!



laj

Madruguete

Antes de que el aburrimiento me matara, le gané.

Dejé de respirar para morir y así, castigar al muy maldito.



laj

Náusea

Corría a lo largo del parque una calurosa mañana del verano pasado. Un espantoso talcuache salió a mi paso. Me detuve, obligado. Nunca había visto uno de cerca., tan de cerca. Me provocó mucho asco ver su aspecto. Pero, por su reacción, creo que a él también le causé la misma impresión.

De inmediato dejó de comer y sin dejar de mirarme, haciendo gestos terribles, vomitó cerca de dieciseis veces.
¡Ay! ¡Grosero!



laj

Un Hombre Invisible

Sorber mi refresco me delató. Creí que en la oscuridad del cine pasaría inadvertido, pero la gente supo que yo andaba por ahí.

Nunca he podido ser el hombre invisible sin hacer ruiditos.



laj

El Hombre Papalote

Estaba mal de mis rodillas por mucho tiempo de trabajar recogiendo lechugas en el país del norte. Un familiar me recomendó un doctor que utiliza un método alternativo para curar la ruptura de ligamentos y meniscos.

Me lo explicó varias veces: "es un método donde el único riesgo es que se cure, pero se vuelva 100% volátil".

A mi lo que me importaba era que se me quitara este horroroso dolor. Los gases que me inyectó fueron: helio, neón, argón, kriptón, xenón, radón y un poquito de nitrógeno.

Providencialmente desapareció ese molesto dolor anquilosado por años. También me vendió tres carretes de hilo nailón de 4 kilómetros de largo cada uno. Abrió un carrete. Con cuidado le quitó el papel celofán que lo cubría y agarró una punta de toda la madeja y procedió a amarrármelo al cinturón. El otro extremo se lo dio a mi hija Eduardita que me acompañaba.

Ahora soy un globo viviente sin dolor en mis rodillas.



laj


sábado, 5 de diciembre de 2009

Castigo


Ahora que la vuelva a ver sí le voy a decir lo mucho que me gusta. Que la quiero. Que la voy a cuidar. No seré celoso de quien se le acerque. La próxima vez la reconquistaré con detalles que sé le agradarán.

Me he alterado muy feo últimamente. No la vuelvo a lastimar. No sé qué me pasó.

Allí viene el sacerdote y el verdugo. Creo que no escribiré más.



laj

viernes, 4 de diciembre de 2009

Truhán

Siempre he tenido la oscura fantasía de robarme las limosnas de la iglesia de la comunidad.

Una noche de domingo me decidí. Una vez que salió toda la gente de misa de siete, me colé hasta atrás del confesionario esperando el momento indicado para actuar. A punto de cometer mi fechoría, unas sombras en la oscuridad del recinto sagrado detuvieron mi afán antisocial.

Vi con tristeza que el sacristán se me había adelantado: se repartía el botín con el monaguillo.



laj

jueves, 3 de diciembre de 2009

Hambre

Un lobo aullaba sin cesar cada dos noches afuera de la casa, hubiera luna o no. Harto, decidí ponerle fin a sus molestas serenatas. Agarré el bebé de Micaela, la del 2 y se lo aventé por la ventana.

El lobo no volvió a hacer ruido otra vez.



laj

martes, 1 de diciembre de 2009

¡¡La Tierra Corre Peligro!!

Dicen que a la Martina le llegaban las chichis hasta el suelo. Todos los hombres del vecindario, jóvenes y viejos la tuvieron cuando menos una vez en la vida entre sus brazos. Ahora nadie sabe adonde se fue.

Sólo yo sabía su paradero actual y sus planes macabros. Me acostumbré a subir a la azotea por las noches y desde ahí veía vez tras vez show gratuito cortesía de la Martina. Desde ahí pude ver sus planes que cuidadosamente dibujaba en un pizarrón  una vez que salía de su casa su compañero en turno.

Esas trompas de oso hormiguero que salían de su pecho no eran senos. Eran unos brazos articulados para tomar muestras del DNA de los hombres con los que retozaba gustosa. Con el chupetito de al final recogía pedacitos de piel humana para sus nefastos fines. Se sabía que a ninguno le negaba nada. Era básicamente por cuestiones científicas.militares. En el día, uno se llegaba a encontrar filas a la puerta de su hogar.


Nunca envejecía y desde hace unos cinco años que llegó a la comunidad, nadie supo nunca de donde venía, quién era su familia, ni nada de nada.

Un buen día desapareció. Desde la Luna, esperaba tranquila el momento de regresar a la Tierra con sus miles y miles de súbditos selenitas a conquistar nuestro planeta, valiéndose del conocimiento genético de los seres humanos y, por lo tanto, de sus debilidades.

Era una hermosa diosa lunar y en las noches de Luna, desde la Tierra, se podía ver su figura divina de perfil, al lado de un conejo.

En la Luna no saben qué son las chichis.



laj


lunes, 30 de noviembre de 2009

En La Península


Hay gente que asegura haber visto un gorila de buen tamaño que atraviesa la carretera que va de Playa del Carmen a Tulúm. Se sabe que por estos lares aún hay monos arañas, tlacuaches, dragones de Komodo, monstruos de Gila, jabalíes, pequeños dinosaurios, pero lo más raro de todo: ¡gorilas!

Dentro de los manglares que abundan en la zona y enclavado en las montañas pegadas a la carretera, se halla el sitio exacto donde mucha gente asegura haber visto a este animal.

"Yo lo he visto", asegura Willie Po, habitante de esta zona. Dice que preferentemente , este mono atraviesa la carretera a medio día, cuando el sol está en su punto y cuando más calor hace. Unos piensan que es para que la gente que lo vea crea que es un espejismo.

Esta vialidad de trayecto recto a lo largo de 250 kilómetros, es un sitio de muchos accidentes, ya que cientos de conductores se quedan dormidos por lo monótono del camino y lo pesado que se hace manejar bajo los rayos del sol a temperaturas cercanas a los 40 grados centígrados.

"Sale con una bolsa de yute y atraviesa la carretera con suma precaución", dijo un nativo de ojos avispados que pidió el anonimato.

"Yo un día lo vi cruzando con un niño gorila llevándolo agarrado de su mano", dijo otro.

Todos a los que les pregunté coincidieron en señalar que regresaba siempre con la bolsa llena de cocos.

"Es un gorila de buen carácter e inofensivo con la gente que lo llega a encontrar", pensé convencido.

Supe también que cuando pasa del lado de las montañas, donde vive, a la playa, donde recoge los cocos de las palmeras, aprovecha para zambullirse un rato en las cálidas aguas del Caribe; y una que otra vez se le ha visto haciendo castillos de arena sin que nadie lo moleste.

Hay paseantes que le toman fotos de lejos, pero esto, mas que molestarle, como que le gusta; pues siempre que nota que va a ser fotografiado, sonríe lo mejor que puede. Sin secarse el agua del cuerpo, toma su bolsa de yute toda llena de cocos y procede a regresar a su hogar, del lado de los montes, ahí por los manglares.

Sólo come cocos y algunos frutos menores y se sabe que vive con una gorila hembra y un niño gorila, por lo que ella lo espera con afán para prepararles la comida a ambos.

Saben que la vida está difícil, por lo que hasta el momento sólo han tenido un pequeñuelo. Si las cosas mejoran en general, piensan aumentar su descendencia más adelante y hasta se cambiarían de casa. Buscarían una cueva con corrientes de aire y con agua natural-- un río, probablemente-- que les quede cerca.

El gobierno de la región está siempre pendiente de el bienestar de esta especie en extinción y hay dìas que del lado de las montañas pasan a dejarles costales con bayas, moras y cocos, para que este gorila no se arriesgue tanto cruzándose de un lado a otro a cada rato.

Se implementó un dispositivo de seguridad permanente desde hace meses, poniendo señales en la carretera que dicen "Cuidado Paso de Gorilas".



laj

domingo, 29 de noviembre de 2009

Grandeza

¡Ay, papá! ¡Mira qué chichotas!

El niñito de unos cinco años causó risas de la gente que esperaba con ansias entrar al teatro. Un mural con motivos aztecas dentro del mismo fue el responsable de la exclamación espontánea de este pequeño.

Una señora de corta estatura que andaba por ahí, al oír al chamaco, se tapó apresuradamente sus dos chiquitines bolillitos que crecían de su pecho.

Pero había una señora distraída formada en la fila de la taquilla, que creyó que el niño se dirigía específicamente a ella. Apenada por cargar con tremendos bultos de tamaño descomunal, se vio en la urgente necesidad de huir de ahí a toda velocidad.

Se salió de la fila, sin voltear para atrás corrió rauda y veloz. Se cruzó avenida Insurgentes y el Metrobús le dio un aventón.

Hoy se recupera en un hospital del sur de la ciudad por los golpes recibidos y de paso aprovechó para reducirse a tamaño minimosca semejante par de senos, para que la gente deje de meterse con ella.



laj

jueves, 26 de noviembre de 2009

Manjar


Supe de una receta para arañar el cielo. Riquísima, por cierto. La misma llegò a mis manos una tarde que visité una tienda de antigüedades y regalos. Husmeando entre las cosas más polvorientas del local, me percaté de un frasco como de cobre, cuyo contenido eran hojas y hojas de amarillento papel. Con cuidado tomé la hoja que más cuerpo tenía y la que pudo resistir ser agarrada sin maltratarla tanto.

Me la llevé por una irrisoria cantidad. Ya estando en casa preparé todo para llevar a cabo esto que a primera vista parecía ser una delicia. Y lo era.

Era de una simpleza aplastante. Al contenido había que aplicarle agua y una pizca de sal.

Había que licuarlo a la velocidad más baja y durante diez segundos para que no se deshiciera por completo la masa principal, producto de esta receta.

Era necesario que los intestinos, ojos, cabeza, ligamentos, músculos y huesos de los ocho cuyos gorditos, se apreciaran semi-enteros aun despùes de ser licuados, para seguir al pie de la letra la receta.

Al final se podìa agregar un poco de aceite de oliva para quitar un poco el sabor tan fuerte de la sangre, aderezando el platillo con unas seis almendras pasadas por mantequilla.


Nota Final: los cuyos deben tener entre dos y tres meses de nacidos. El agua debe ser embotellada.


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martes, 24 de noviembre de 2009

Mutis

¡Eres un monstruo!-- me gritó mi señora inesperadamente, temblándole la papada.

Con no poco enojo recogí mi abombada, grande y escamosa cola, llena de una masa gelatinosa indescriptible. Pesadamente me la enredé en la espalda y agobiado por el mal humor de mi mujer, salí corriendo de la casa en mis 247 huesudas y retorcidas pezuñas.



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sábado, 21 de noviembre de 2009

Pasta


Ayer recibí una invitación por correo a una cena-gala que se va a celebrar en Alemania, el último sábado de este mes, con motivo de mis sesenta años de actor.

Nunca, hasta este día, había recibido ningún tipo de reconocimiento. De nada.

Sé que las películas en las que participé no fueron lo exitosas que los productores y directores hubieran querido. Pero no le hace. Al fin había llegado mi momento. Sería nuevamente hermoso estar entre los reflectores, las actrices, la prensa, el olor a éxito.

Al llegar a Dusseldorf, Alemania; la gente de la producción y los patrocinadores fueron por mí al aeropuerto. La prensa me detuvo unos minutos y yo gustoso accedí a dar algunas entrevistas.

Era una noche helada, pero la calidez de la gente que me recibió, hizo que me olvidara del frío.

La noche siguiente era el evento. Los reconocimientos fueron para varios actores y actrices con trayectoria de cincuenta años y más. Primero cenamos unos riquísimos ravioles y langosta, acompañados con vino tinto del Rin. 

Esperé. Esperé.Y esperé. No escuché mi nombre y el evento ya había acabado. Ni siquiera como una mención especial. Nada. La gente se despidió y se retiró contenta. Me dio gusto ver a tanta luminaria con la que había trabajado alguna vez. El glamour del evento fue desapareciendo poco a poco junto con toda la gente que iba abandonando el lujoso lugar.

Ni hablar. Lo tomé con madurez. No quise pedir explicaciones y me fui. Encendí un cigarro. Lo fumé en la calle en el transcurso a mi hotel.

Sí. Tengo más de sesenta años de actor y he participado en películas con la gente que estuvo en el evento. No entiendo qué pudo haber ocurrido.

Hoy es una mitad de Ribotril y dos de Diazepam. ¿O una de Diazepam? ¿Cómo era?



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viernes, 20 de noviembre de 2009

Bebé

-- ¡Viejo, el bebé está llorando!
-- Ve tú; la vez pasada me arrancó dos dedos.
-- Está bien.

La mamá lo cargó, lo arrulló y lo depositó nuevamente en la cuna.
En el silencio sepulcral de la noche, el bebé se salió de la cuna con gran agilidad. Una vez que había probado carne humana ya no deseaba conocer otro tipo de alimento.

Se deslizó por debajo de las cobijas y devoró lentamente a su presa de los pies hacia la cabeza. Cuando iba royéndole el cuello, el papá despertó todo adolorido y espantado.

-- ¡Mujer! ¡Haz algo! ¡El bebé! ¡El bebé! ¡El...!

Los bebés han cambiado es estos tiempos. Ya no son como éramos nosotros. Con las hormonas con las que se alimentan las madres modernas, han alterado los cuadros genéticos y los comportamientos que antes se veían. Además, la leche materna también sufre de alteraciones, mismas que son transmitidas al nuevo ser.


El bebé se cenó al papá. Le dio un besito a su mami en la mejilla y con sonrisa triunfal de ambos, regresó a su cuna a dormir plácidamente. Sin culpa alguna.



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domingo, 15 de noviembre de 2009

Llegará el Día

--¿Papá, de qué están hechas las estrellas? Me preguntó un día mi hijo Jácome, de seis años. "No sé, hijito. Déjame ver el fut y vete a jugar", recuerdo que le contesté.

Entonces se me quedó viendo fijamente. Cerró sus ojos y con un gesto de denodado esfuerzo provocó que sus órbitas oculares salieran volando como dos proyectiles hacia donde yo estaba, viendo la escena atemorizado. Aventaba por sus cuencas chorros interminables de sangre. De sus oídos comenzaron a salir palomitas de maíz con mantequilla y por su nariz escurrían kilos y kilos de chícharos dulces.

Como poseído, se enfiló hacia la puerta y sin voltear la cabeza hacia atrás, se fue. Se elevó hacia el cielo buscando el horizonte.

Sí. Se había cumplido la última señal que anuncia el fin.



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jueves, 12 de noviembre de 2009

Un Duende

Un día me quedé trabajando hasta entrada la noche en mi oficina. Cansado y sin muchas ganas de seguir revisando mis correos en la compu, me levanté a servirme un vaso con agua. A esas horas se oía el agua correr por las tuberías, el sonido de la luz encendida, el que hacía el cpu de la computadora. Eran casi las dos de la mañana. En la calle se escuchaba el ladrido aislado de algún perro callejero.

Debo caminar cerca de veinte metros para llegar al dispensador de agua. Una vez que me serví mi segundo vaso, porque el primero me lo tomé ahí mismo, me regresé a mi escritorio, ya decidido a terminar.

Pensaba que una hora más sería suficiente para irme a casa. En esas estaba cuando vi un ratón atravesarse en mi camino. O eso creí, porque era un ratón vestido como ser humano. "Entonces, no es un ratón", pensé, cuando vi que se asomaba de abajo de un pedazo de alfombra el ser más pequeñito que mis ojos hayan visto. Era un ser del tamaño de medio dedo meñique, hombre, de unos treinta años, y vestido con un suéter con cuello de tortuga de tres colores; azul marino, negro y verde botella, y un pantalón de mezclilla. Se veía contento con su cuerpo y con su forma de ser. Con una seña me indicó que me agachara para decirme algo. La verdad no sentí miedo y me agaché para escuchar lo que tenía que decirme.

--Vivo aquí desde hace tres años y me he alimentado de pedazos de pizza y de pasteles que se les caen a los empleados cuando hacen comidas aquí adentro. no tengo nada contra los carbohidratos ni contra los empleados que me han dado de comer durante este tiempo, pero tú sabes que necesito mantener una alimentación equilibrada, porque al igual que tú, tengo que mantenerme sano para no adquirir enfemedades como osteoporosis o diabetes- dijo.

Hablaba como cualquier ser humano normal, con un ligero acento de americano del sur. Pareciera que hubiera vivido siempre entre nosotros. Me cayó bien. Era amigable el pequeñin.

Platicando más en corto, llegamos a un acuerdo: él trabajaría para mí, con la condición que no le dijera a nadie que él existía.

El, de hecho, nació dentro de una computadora hecha en Sillicon Valley, California, Estados Unidos. Un buen día, esa misma computadora la mandaron para México con él adentro. Fue un error, pero ya no pudo hacer nada este personaje. Eso fue hace como quince años y él ha estado viviendo de corporativo en corporativo y de oficina en oficina. Adonde quiera que mandan la computadora él está presente.

Con cierta pena, me confió que era un experimento de la NASA para arreglar todas las computadoras por dentro y con la inteligencia y forma humana que el caso requería. Era un secreto de estado, por eso sus transistores y circuitos internos le mandaban esconderse para no ser visto por la raza humana. Así como él, había miles en el país del norte. Habían sido diseñados para trabajar. Aun con esto, esta criaturita, poco a poco se iba pareciendo más a los humanos de verdad. Pensaba que era tiempo de ir buscando una compañera y de cuidar mejor su cuerpo.

El arrreglo fue sencillo: me pidió que lo alimentara después de la media noche con comida sana y él podía trabajar para mí. Le dije que en la empresa las contrataciones estaban cerradas y que de mi bolsillo podía pagarle muy poco. Me comentó que con la comida se sentiría pagado. No me pidió prestaciones ni seguro social. ¡Uf!.

Se colocaba sobre el teclado y yo empezaba a imaginarme lo que tenía que plasmarse en la pantalla de la compu. Automáticamente y como si el duendecito y yo estuvieramos conectados con bluetooth, comenzaba a saltar alegremente sobre las teclas a una velocidad vertiginosa. Escribía lo que yo estaba pensando. ¡Era una maravilla!

Mis trabajos y presentaciones me las hacía mi nuevo amigo.

Si no hubiera sido por su espíritu de aventurero que tenía hubiéramos durado más tiempo trabajando juntos. Se cansó que le diera de comer sólo ensaladitas-- "si no soy conejo", una vez me dijo-- y después no pedía, exigía que le consiguiera cualquier cantidad de sopes, huaraches, quesadillas, tamales, tlacoyos y todo lo grasoso, que tanto le gustaba. Se quedó muy mal acostumbrado a su anterior dieta. A mi me preocupaba su salud. Era ya un semi obeso.

Un día le platiqué que toda el área de sistemas de la empresa se iría a Cuernavaca por cuestiones de estrategia empresarial. Estoy seguro que hizo hasta lo imposible para colarse en alguna computadora e irse para allá. Estaba ya harto de la ciudad y el smog que tanto le dañaba sus circuitos. Y sobre todo de la alimentación. Ya no supe de él. Como a un hijo que se va, lo dejé ir sin derramar lágrimas. Allá la va a pasar mejor por el clima y la vida es más relajada. También hay toda clase de alimentos. Aunque no se despidió de mi, no le guardo rencor.

Nunca más supe de él. No supe cómo se llamaba.

Ahora, cada que enciendo la computadora y empiezo a escribir me acuerdo de él y su pequeña figura la imagino saltando de una tecla a otra.



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lunes, 9 de noviembre de 2009

Cortos II

La policía siguió mi rastro y me encontró cerca del lago del cerro, a un lado del cementerio, alimentándome de hierbas. De nada me sirvió huir a las montañas tratando de evadirme de la acción de la justicia. Fue inútil. Todos en la aldea saben que yo fui el culpable de embarazar a las seis "hijas" de don Ovidio.

Las camadas de becerros salieron todos igualitos a mí.




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El Jardín Florido

No. El jardín no era el mismo que yo vi. No era ese lugar cuidado y regado con amor. Había un cierto descuido. Un cierto envejecimiento muy explicable. Los perros también ya eran unos viejitos para su edad. Ladraban con suma dificultad y ya no imponían el respeto de antes.

Las enredaderas habían crecido para todos lados, sobre todo, habían escalado las paredes sin orden alguno. Las plantas de las macetas estaban marchitas y algunas, gracias a estar a la intemperie y alimentarse clandestinamente de agua de lluvia, habían permanecido creciendo y creciendo.

Había tristeza. Mucha tristeza. Porque con el paso del tiempo la basura del jardín se iba acumulando. Era un panorama desolador y ciertamente enfermo. El paisaje se descomponía con el paso de los días. Porque nada puede estar igual de fuerte y de bello con el cruel paso de las horas.

Los pajaritos que aún sobrevivían dentro de sus jaulas de varilla oxidada, comían el poco alpiste que aún había en el suelo de la misma.

Se respiraba un olor a soledad; a olvido. A pesar de las ganas de recuperar el jardín para volverlo a ver florido, como estuvo siempre, el mismo jardín se moría poco a poco. Ya no había forma de revivirlo, porque cuando ya no hay salud, ningún jardín, por bonito que haya sido puede ser como antes.

Olía a tristeza. A lamentos ahogados. A adiós.

Sólo había que esperar, no había otra solución. Esperar. El Jardín Florido dejaría de existir porque así estaba escrito en la historia de los jardines. Había que evitar llorar de tristeza. Si acaso, habría que llorar de alegría. Pues un jardín con tan buenos sentimientos, de tan buena memoria, de tan gratos recuerdos y de compañía infinita, no se puede olvidar. Muy al contrario. Todos quienes le conocimos le quisimos mucho. Disfrutamos cada momento a su lado. Supimos quererlo y él a nosotros. Y por eso, con el infinito e inacabable amor que siempre nos dio y porque sabíamos que ya estaba agonizando, sufriendo, quisimos que mejor estuviera bien; que ya no hubiera dolor en él; porque al padecer él lo hacíamos nosotros. Y quien sabe querer quiere que su parte amada no sufra, no llore, no padezca.
Y si ya lo ha hecho por un tiempo, es momento de rezar por él para que descanse en paz.


2004
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La Noche Larga

Le gustaba observar las estrellas todas las noches. Una vez que llegaba la noche no quería hacer otra cosa mas que subir a la azotea y contemplar la infinitud del cielo y el cintileo de las estrellas.

No le atraía ver la televisión, oir la radio y ni siquiera leer. Tenía la firme esperanza de que algún día,-- como le dijo su abuela cuando era pequeño -- sus padres regresarían por él y lo llevarían adonde ellos estaban.
El creía con fervor que lo que le había contado su abuela era verdad. Y así, noche tras noche, en sus ensoñaciones se imaginaba cómo serían sus padres; ya que ellos murieron siendo él un bebé. Su mamá; ¿sería alta, bonita? Su papá, ¿apuesto, inteligente?

Cientos de noches esperaba ese momento mágico y maravilloso que ellos llegaran por él. Se llenaba de ilusión y esperanza, nada ocurría y llegaba el amanecer, seguido de una infinita tristeza que lo hacían deprimirse y dormir la mayor parte del día, con un sólo objetivo en mente: esperar a que llegara la noche.

Conforme fue creciendo se fue volviendo un evasor de la realidad. No tenía amistades y sólo hablaba lo indispensable. Con el correr del tiempo era un fervoroso amante del cielo nocturno y todos sus secretos. El mismo inventaba sus propias historias en torno al negro universo. Se sumergía en toda su magnanimidad y belleza. Estudiaba las constelaciones. Aprendió a reconocerlas. Conjeturaba acerca de cómo serían sus padres; bajo qué forma se presentarían; cómo irían vestidos y cosas así.

Pero cuando nada pasaba en la noche en turno y el sol se asomaba, estallaba en amargo llanto debido a la decepción de la ilusión truncada. Una y otra vez, todos los días era lo mismo. Por la mañana y tarde se llenaba la cabeza de anhelos y ensoñaciones, para esperar la noche con gran afán. Y debido a todo ese fatigoso tren de vida, descuidaba su alimentación, su aspecto y a todo él. Y esto fue lo que acabó con su frágil cuerpo de adolescente.

Una noche de negrura profunda en la que la luna alumbraba con su tibia luz, se quedó mirando al infinito, sin gesto alguno, y poco a poco fue palideciendo hasta que sus pupilas se quedaron petrificadamente fijas.

Muy dentro de él vió cómo llegaban sus padres muy sonrientes, lo abrazaban, lo llenaban de besos y, por fin, después de tanto tiempo de espera, llevarlo con ellos, para ya jamás separarse y estar siempre juntos los tres.



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sábado, 7 de noviembre de 2009

Cuento Corto

Era de noche y dormía plácidamente. Un extraño regurgiteo oí en mi estómago. No habiendo cenado esa noche, me levanté de mi cómoda y calientita cama. Me metí a la cocina a prepararme un rico sandwich de algo que saciara esa hambre inmensa que sentía. Ocupado estaba buscando la mayonesa cuando ruidos
raros provenientes del refrigerador llamaron mi atención.

Cuando uno tiene hambre, el primer lugar que revisa, invariablemente es el refri. Al abrirlo sentí que se me caían los pants que llevaba puestos, debido a la repulsión que me causó ver todo aquello. Cientos, miles, tal vez millones de cucarachas iban y venían por todos los contornos del refrigerador, en un bacanal de suciedad y en una orgía de asco inmenso. Sintieron mi presencia, pero ni se inmutaron, las muy cínicas. Las dejé en paz y vi que de ahí no iba a obtener sino pura bazofia.

Buscando alguna otra alternativa me topé con un frasco de cajeta que tanto me gusta. Abrí la tapa y... ¡oh, sorpresa! Había más cucarachas que cajeta. Supuse que los insectos no iban a compartirla conmigo por la cara de enojo que pusieron. Así que también dejé que hicieran y deshicieran dentro del frasco.

Soporté el hambre gracias al asco y náuseas que sentí después de esta terrible experiencia. Me senté en el sofá a ver televisión. Era ya de madrugada. Súbitamente una cucaracha atravesó la sala haciéndome muecas de burla y sacándome la lengua. La correteé y estando a un paso de apachurrarla, me arrepentí, ya que me acordé que ellas eran más que yo, por lo que mejor la dejé vivir. La muy ingrata ni las gracias me dio de haberle perdonado la vida. Seguí viendo la tele y pronto entré en un estado de somnolencia casi total.

Mientras luchaba por no dormirme, encima de la televisión vi moviéndose en una interminable fila india, ejércitos de insectos cafés con antenas y seis patas, bastante repugnantes. Me veían fijamente y murmuraban algo en contra mía. No les hice caso y traté de ignorarlas volteando hacia otra parte. Justamente en ese momento caía del techo una cucaracha cachorro. Era macho, célibe e imberbe. Lo noté nomás le vi. Al caer al suelo con cara de espanto comenzó a correr, pero esta vez no me tenté el corazón para dejarle que probara la suela de mi zapato. Aún pude ver su cara de angustia y pavor congelado que refleja cualquier ser que está a un paso de la muerte. Al oprimir mi zapato contra su pequeña humanidad, emitió un crujido bastante sonoro y agradable. Sus dos pequeños ojos salieron volando y sus sesos quedaron regados en el suelo. Fue algo lindo.

Pronto cesó el ruido que hacían las cucarachas de la cocina, las que estaban en la cajeta, las que andaban de arriba para abajo de la casa y las de la tele. Estas últimas me veían de manera horrible. El ambiente se había vuelto cada vez más denso y pesado. Un nudo en la garganta me impedía respirar libremente. Quise apagar la tele y escapar, pero hasta el control remoto ya había sido tomado por las pequeñas asquerosas. Me levanté del sofá y al voltear la vista a él, éste estaba completamente tapizado de los bichos repugnantes, que cada vez eran más y más.

-- Supongo que están un poco enojadas por la muerte accidental de la cucaracha cachorro, ¿verdad?-- les dije con una voz quebrada e inaudible. Ellas ni me contestaron. Se limitaban a verme feo y a acercárseme cada vez más. Veía cada vez más lejana la ocasión para escapar, ya que las ventanas y la puerta principal estaban repletas de ellas.

Estaba de pie en el centro de la sala y las cucarachas hacían un círculo alrededor mío. Pensé en proponerles una tregua, pero apenas comencé a hablar, se aventaron contra mí. Tuve que saltar encima de muchas de ellas para tratar de escapar. Pisé a muchas, pero muchas más se hicieron para atrás y salvaron el pellejo. Me abalancé hacia la puerta a bayoneta calada; la lucha era cuerpo a cuerpo. Mientras unas me mordían, otras me arañaban y algunas más me escupían, yo trataba de llegar a la puerta principal.

Preso de un pánico espantoso sentí que me vencían; ya se me habían colgado por todo el cuerpo. De milagro logré abrir la puerta y al ver la calle, casi grito de felicidad al ver mi salvación tan cercana.

Mi gusto se esfumó cuando una de las cucarachas más robustas me zancadilló fuertemente y me hizo caer al suelo. La batalla era encarnizada. Caí boca abajo y sentí como entre el pantalón y mi pierna subían infinidad de ellas. Cerraron la puerta. Esta vez quise gritar. Gritar y llorar de ansiedad y desesperación, pero no pude.
Mi boca había sido paralizada de tanta cucaracha que a ella se había metido.

Ya no sentía la lengua, creo que me la habían devorado; ni tampoco oía ni veía. Las muy malvadas se habían apoderado de mis órganos sensoriales. Lo que me estaba sucediendo era algo infrahumano, fuera de toda imaginación enfermiza. Era abyecto, desesperante. Terrible.

Traté de levantarme, pero en la espalda sabía que más de un millón de ellas estaban ahí, mordiéndome, pegándome y devorándome; eran muy pesadas. El aliento poco a poco se me iba terminando.

Mi error había sido grande. Maté a una de ellas sabiendo que eran más que yo.

Por mis oídos entraban y ya las sentía en el cerebro, ¡¡dentro de mí!!

-- Esto no puede estar pasando. ¡Aaaaghh!

"De ahora en adelante no vuelvo a matar a nadie", logré aún pensar, mientras mis ojos se cerraban pesadamente.



laj































     

jueves, 5 de noviembre de 2009

Venganza

--¡Mañana juegan las Aguilas de visitante!-- dijo el novio enfebrecido por la atención que quería que le brindara Juanita, su novia.
Ella parecía francamente muy aburrida por la insulsa plática, que por cortesía, seguía con simulada atención.

Preso de una ardorosa pasión, siguió:-- ¡Y vas a ver, te apuesto lo que quieras que el siguiente partido que van a jugar contra los Titanes lo ganarán por goliza!-- acabó su comentario, con los ojos inyectados de emoción y una mirada clavada en el futuro; en el día del partido.

Juanita dejó de abrazarlo al ver que Julio, el hijo menor de Silvio el cartero, le dedicaba una mirada de puro deseo. "Guapo, joven, con plática interesante", pensó ella. Sin pensarlo mucho le escupió a la cara de su hasta entonces soso novio la mortal frase: ¡Hemos terminado! Prefiero a una persona que me platique de cualquier cosa, menos de futbol, ¡naco!--se justificó la joven prejuiciosa.

¡Sopas! La gente que pasaba cerca de tan desagradable escena gozaba con la cara desangelada y triste de Ramón. Gordas lágrimas de decepción recorrían su cachetona cara. Se secó los mocos con su playerita del América, viendo como su ex-novia corrió hacia su nuevo amor y abrazados se fueron juntitos caminando hacia la Alameda.

Ramón cambió de deporte. Ya no le gusta el futbol. Ahora juega golf y es un pertinaz competidor en todos los torneos a nivel nacional. En sus ratos de ocio se va a Valle de Bravo a surcar las calmadas aguas de la laguna en su velero "Justicia Divina".



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martes, 3 de noviembre de 2009

Saña


Nunca la había visto en ese plan. Se puso muy pesada. ¡Y cómo no iba a estar así! ¡Si se tomó dos botellas de mezcal con todo y gusano, ella solita! Vomitó. Lo hizo sin miramientos, una y otra vez. Su rostro enverdeció y sus ojos se hincharon espantosamente. Estaba semidesnuda, pero nada parecía importarle. Se desplomó. Se pegó en la nuca y luego comenzó a reír. Rió y rió sin parar. Su risa era nerviosa. Le pedí que se levantara, pero estaba briaguísima; sus ojos me lo decían. Enseguida contuvo el aire al máximo y le reventó el estómago, dejando ver sus vísceras por aquí y por allá. Yo la veía con repugnante asco. ¡Puaj! No soporté más y la pateé infinidad de veces. Después traté de armarla, pero me quedó un ser informe, sin pies ni cabeza. Agarré un pedazo de tabla que estaba a la vista y le pegué con la furia más espantosa que se tenga memoria. Cayó en miles de pedacitos y los revolví con la tierra de una maceta que estaba cerca, para que nunca se supiera otra vez de ella.  


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lunes, 2 de noviembre de 2009

Apocalipse

Había hambre, mucha hambre. Se olía en el aire el ruido de la necesidad de comer. Era un pueblo donde, las lluvias, las inundaciones y el mal tiempo habían acabado con las cosechas, plantaciones, huertas y todo tipo de alimentos. La gente estaba prácticamente encerrada en sus casas. El poblado más cercano estaba a tres días de distancia caminando. Había lodazal por todos lados y los dos volcanes que circundaban a su poblado, hacían erupción a cada rato y la lava estaba hecha ya roca, dejando tapadas los caminos de entrada y de salida de este infausto pueblo. La situación ya llevaba dos años así y no se había recibido ayuda de nadie. Ni siquiera se había visto pasar algún avión cerca del lugar. Estaban solos. Sabían que ya no recibirían nunca la ayuda de alguien. No había luz y las telecomunicaciones inservibles.

La gente se decidió a hacer lo que era necesario hacer. Ayudados por sus perros procedieron a buscar a todos los gatos de la comarca. La carne de los felinos era pellejuda y sin sabor, pero y qué; era carne. Después siguieron las ardillas, ratas, tuzas, ratoncitos y los insectos que aún se movieran en este pueblo de muerte. Como los accesorios de comida habían desaparecido y obviamente no había gas para cocinarlos, la idea a seguir era corretear al animalito hasta cansarlo, agarrarlo y así como se atrapara, meterlo a la boca para deleitarse con su poca carnita. La gente ya no tenía asco, ni náuseas. Era peor estar viviendo bajo el lodo. El miedo a los animales había desaparecido. El hambre era ya hambruna. La locura ya era parte de mucha gente que aún sobrevivía ahí. Más de la mitad, en el transcurso de los últimos dos años, habían muerto. Antes se enterraban y se les daba cristiana sepultura. Ahora no. Ya no. Cuerpo que morïa se repartía entre los más débiles y los de mayor edad. Ya no había autoridades en este sitio. Reinaba un orden trágico. Una cierta disciplina por guardar educación y valores hasta lo último.

Después de los gatos, los perros--que estaban bien gorditos-- fueron los siguientes en ser engullidos por los pobladores. Los nativos libraron desgarradoras batallas contra los carnosos canes. Era una guerra a matar o morir. Pero de todas todas, ganaron los humanos. Había gente que en el afán por comerse a los perros llegaban a sucumbir ante ellos en sus tremendas fauces.

Todos contra todos. Una vez que se acabaron los animales siguió la madre de todas las batallas. Los niños, enfermos y gente mayor, fueron los primeros en caer ante los más fuertes. Los aldeanos se correteaban entre sí. Al final sólo quedaron dos individuos hombres, entre 25 y treinta años.

Acordaron no volver a padecer hambre nunca más y si había que morir se morirían los dos juntos. Según recordaban y habían leído en un artículo de internet hacía años, el cuerpo humano es un caudal de nutrientes .
Se alternaron para irse comiendo uno al otro, poco a poco. Primero se sacaron los dientes. Se dejaron seis cada uno para poder comer de ahí en adelante. Los molían con piedras y se los comían como si fueran chamoy. Dicen que era muy bueno para no padecer osteoporosis. Después uno y luego el otro, se fueron arrancando los dedos de los pies. Ya no se podían levantar. Sabían lo que vendría. Cada pedazo de carne era una delicia; un manjar. Una caricia para sus estómagos maltratados de tanto padecer hambre. Ahora era abundante y hasta escogida. El ojo izquierdo; las dos orejas; pedazos iguales de mejilla y barba. Uno y otro un trozo de lengua. Tragaban cada bocado con la misma sangre a chorros que manaba de sus cuerpos despedazados. La debilidad por la pérdida de sangre la compensaban con las energías adquiridas por las mismas proteínas ingeridas.

Una pierna, la otra; el brazo izquierdo, la nariz. Uno y otro se nutrían con las partes del otro. El cabello, las pompas, los genitales. Todo. No había desperdicio.
Así se la pasaron dos semanas. Un riñón, un pulmón, el intestino delgado, los huesos, el bazo, el apéndice. ¡Mmm!
¡Era un festín!

Lo último fue el ojo derecho, el cerebro y rápidamente, el corazón. Lo hicieron rápido para que murieran mientras seguían comiendo.

Días despúés nuevos pobladores llegaron al lugar. Ya había paso. Lo único que quedaba del antiguo poblado eran estos dos glotones hechos una masa amorfa, aún con sangre escurriendo por todos lados y oliendo a desperdicio.

La autopsia reveló que estos dos sujetos estaban bien nutridos. Con la exacta cantidad de proteínas, vitaminas, minerales, y carbohidratos que requiere un ser humano.

"¿¡Cómo unas personas tan sanas pueden morirse!?" Fue el comentario de los nuevos lugareños.



laj















viernes, 30 de octubre de 2009

Sucedió en la Ciudad


-- ¡Súbete, infeliz!

El pobre y atolondrado Gumersindo no tenía alternativa. Se subió al coche que manejaba su leonina novia y guardó religioso silencio sin levantar la mirada.
-- ¡Ahora sí, cabroncito, me vas a explicar, ¿por qué, por qué y por qué me regalaste rosas rosas y no rojas, si ya sabes que las rosas rosas las detesto en extremo!?
Gumersindo, con un profundo pesar, intentó hablar: -- Er... er... cof,cof...yo...este...
-- ¡Háblame, carajo contigo! Ah, y ahora que recuerdo, quiero que me digas por qué me estuviste llamando el fin de semana anteriosr, si ya sabías que me fui a las playas de Cancún con el mamado de Eufrosino y sus amigos-- arremetió ella.

Pedra, al ver que su pusilánime y estúpido novio estaba a punto de soltar el llanto, lo instó a que le diera una buena razón de las preguntas que le había hecho.
-- ¡No te hagas, Gumer! --Y acto seguido la emprendió contra él a golpes, patadas, bofetadas y piquetes de ojos, al saber que podía protestar, ya que estaba siendo atacado e insultado sin causa aparente.
Gumer retiró con suavidad a su novia Pedra y procedió a hablar:
-- ¡Oyeme, remedo de vendedora de jitomates! ¿Qué crees que porque me ves flaquito, con lentes y muy nerd, por eso vas a abusar de mi paciencia?
Ya no pudo seguir hablando, pues de la frenética emoción por la que atravesaba, la voz le temblaba, un sudor frío apareció en su rostro y espalda, así como una lágrima titubeante se estremecía en uno de sus ojos color gris cielo.
-- ¿Cómo? ¿Cómo me dijiste? ¡Imbécil, idiota, estúpido! Pero ya me lo decía mi fina y educada mamá Dorita, "Ese tipo no te conviene. El sí fue a la escuela y tú no, hijita. Búscate un chofer o un carretonero, o alguien que vaya más con tu categoría de muchachita asirvientada.".

Gumer volteó a ver a su atribulada y esquizofrénica novia y notó que empezaba a hacer pucheros en el silencio oscuro del auto. Sin perder tiempo, dijo: -- ¡Aquí me bajo, nos vemos!
Pedra, con agilidad felina lo detuvo de la chamarra y lo jaló con inusitada fuerza, para seguirle pegando y descargando toda su fea neurosis.Sólo que al jalonearlo se lastimó una uña, y entonces sí lloró. Y lo hizo con unas ganas grandiosas, pues le dolía más la uña que el hecho de que su ratonil novio se estuviera defendiendo a capa y espada.

-- ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué me haces sufrir así?. Se hizo un largo e incómodo silencio. Gumersindo, al ver llorar a moco tendido a Pedra, quiso hacer algo, ayudarla, abrazarla o besarla. Pero esa situación lo hizo volverse un hombre duro; un hombre a prueba de todo, y sólo se le quedó viendo con complaciente indulgencia.

Pedra rompió su mutismo:-- Ya me voy, bájate, pero nunca se me va a olvidar esto que me hiciste.
Gumersindo se bajó y antes de cerrar vio que su novia estaba hecha un mar de llanto y le espetó:-- ¡Ni a mi tampoco!
Se oyó un rechinido de llantas, el coche se alejó a toda velocidad y a dos semáforos de distancia, se le atravesó un árbol que pacíficamente reposaba en el camellón, quedando el auto y el cuerpo de Pedra completamente deshechos.
Gumer se tornó cabizbajo y meditabundo. Era un hombre de carácter recio. Encendió un cigarro, enarcó la ceja izquierda y se retiró del lugar, quedando emocionalmente dañado. Desde entonces no tiene novia.
 


laj

jueves, 29 de octubre de 2009

Inscripción en Roca

Juré que nunca contaría lo que a continuación relataré, pero un amargo sabor a culpabilidad me ha orillado a hacerlo. Y lo quiero difundir porque necesito que se enteren de una historia que ahora es leyenda, que no por eso es menos importante.

Al final del arcoiris, justo atrás del volcán más alto de la región, en una de tantas cavernas vivía una familia común, de clase media acomodada, que disfrutaba las bondades de vivir en plena comunión con la naturaleza. En esta familia había una pequeña cavernicolita de nombre Claudia, quien a pesar de sus escasos ocho años, ya correteaba osos y estrangulaba jabalíes con sus manitas, labor propia de todos los habitantes hombres del lugar.

Ella contaba con la admiración de los integrantes de la aldea y sonreía cuando se le adulaba, era muy feliz. Bueno, eso creían todos los aborígenes naturales del lugar y hasta su familia, pero nadie más que yo sabía de su gran secreto.que me confesó tiempo atrás. Quiso que no relatara su "tremenda pena", que yo no considero sino como una pequeñez infantil.

Con el transcurso del tiempo, cuando Claudia se ponía metas que no alcanzaba, se sumergía en una depresión intensa que curaba con sueño. ¡Sí! Como lo leyeron. La vida llegaba a tornarse tan difícil y poco llevadera, que sanaba sus ansiedades con pegar sus grandes ojos. Y cuando despertaba todo era fascinación y alegría., y en su sonrisa se notaba una grata sensación de comodidad con el mundo y con ella misma, salvo por un pequeño detalle que sólo yo, que sigo siendo el ser vivo más longevo en la comarca, pude darme cuenta aun antes que me lo contara.

Claudia lloraba con la mirada. Un largo lamento surgía de esos ojos desconfiados e inquisidores. Pero todo tiene un porqué en esta vida.

Como es natural, Claudia llegó a la edad en que dejó de pensar en cazar animales menos salvajes que ella y volteó la vista a su vecino de cueva, Ifigenio, hijo de su madre y de su padre, quien era un joven muy apuesto y buen partido para Claudia, la jovencita de las cavernas, terror de los osos y azote de los jabalíes. Pero como las cosas del amor son tan inexplicables como el mismo amor, Claudia e Ifigenio rompieron por una tontería: Ifi le ponía los cuernos con la mejor amiga de Claudia. Y así, sentida con las cosas del amor, se dedicaba a dormir para alejarse de la realidad para siempre, hasta que despertaba, claro.

Esto fue suficiente para dejar una huella indeleble en su recuerdo y en su grandiosa sensibilidad, que se transluce en sus grandes ojos que buscan sinceridad y no traiciones en la demás gente.

Se dice que lo malo del primer amor es que nos va a marcar para toda nuestra afortunada vida, para bien o para mal, pero nos marcará. Será un lastre que arrastraremos a la tumba o será un suspiro eterno que llevaremos albergando con suave ternura en lo más rojo de nuestro corazón.

Y Claudia reía a carcajadas y lloraba con una mirada digna de ser plasmada en una de las cuevas de nuestro poblado. Y con su mirada se acordaba del cariño devoto que le profesaba a su primer amor, que a pesar de todo, lo extrañaba y lo quería tal vez más ahora que al inicio de su efímera relación.

Hace mucho que no veo a Claudia, pero espero que nunca olvide que no conté lo que juré no le contaría a nadie, y de hecho, cumplí mi palabra. Pues no se lo conté verbalmente a nadie, sino que lo inscribí en el interior de una cueva cercana al volcán para que todos vieran este escrito y se enteraran de algo que de vergonzoso no tiene nada.


Inscrpción dejada en una cueva por el volcán
cerca de donde pasaban los tigres dientes de sable
Valle de México 


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La Gata Loca

La gata Mercedes tuvo severos problemas con las drogas. Su pasión era la marihuana, el thinner y sobre todo el cemento. Ni aun la leche le gustaba tanto como el mismo hecho de ponerse hasta atrás con los inhalantes. Era tremenda. Una vez puesta en el viaje nadie la detenía. Se colgaba de las cortinas, arañaba a los vecinos, se mordía la cola con rabiosa fuerza, atacaba a quien fuera al menor descuido. Era todo un caso de la vida real.

Una vez pasado el efecto de los enervantes volvía a la tranquila y normal paz a la que estaba habituada. Le ardía la garganta, le lloraban los ojos y la cabeza le dolía espantosamente. Su lengua reseca buscaba afanosamente algún líquido refrescante que le hiciera olvidar el amargo sabor de la droga.

Sus amos, cuando sabían que había vuelto a drogarse, le dejaban de hablar por algunos días hasta que se les pasaba el coraje. La gata Mercedes se llenaba de pesar, pero lo más jocoso es que no se arrepentía. Lo único que sentía era que le había fallado a sus dueños, puesto que una vez prometió solemnemente sobre la Biblia que no lo volvería a hacer.

Harta de la situación y viendo que las drogas eran su vida, y que aun sin el permiso de sus amos lo seguiría haciendo, la gata pensó en tirarse a las garras de los gatos y abandonarse a su suerte incierta. Su amo se dio cuenta de las cosas y de inmediato la llevó a un Centro de Readaptación Social para Gatas en Mal Estado Mental.

Pasaron los meses y la gata Mercedes salió como nueva de ahí, pero con una mirada de fastidio e infelicidad que no podía ocultar; así como una inquietante pérdida de peso y unas ojeras enormes.

Su vida siguió siendo normal en casa de sus amos. Todo parecía ser dicha y felicidad en ese hogar, cuando sorpresivamente, un día gris, de esos que el destino de vez en cuando nos envía, Mercedes apareció ahorcada en el cordón del cortinero. Tirada en el suelo había una nota aclaratoria que a la letra decía: "No se culpe a nadie de mi muerte, lo hice como hice todas las cosas en mi vida: porque quise. No me arrepíento, no lloren, no vale la pena. Quiero que sepan que siempre los quise y me encariñé mucho con ustedes, pero esto de las drogas fue más fuerte que yo. Adiós. Un beso a todas y arañazos y lenguetazos a todos. Mercedes, su Gata"

Se oyó un sollozo ahogado provocado por los ahí presentes y la casa se tornó gris, muy gris. Mercedes fue aventada de inmediato a los perros bravos de la señora gorda del 5, para que ya no sufriera-- si es que aún lo hacía --.

A treinta años de tu muerte, te recordamos como al ser que más hemos querido todos y cada uno de los miembros de esta familia. Te extrañamos. Reza por nosotros.



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