jueves, 13 de mayo de 2010

Los Niños Chichudos

BP --British Petroleum-- es una petrolera inglesa que hace exploraciones en la parte americana del Golfo de México y hace pocos días derramó miles de litros del oro negro en esa misma zona por una falla en su maquinaria colocada a cientos de kilómetros de profundidad de la superficie del mar.


Estos días algo rarísimo ha estado pasando en la población infantil masculina de seis a quince años de edad, específicamente. Los gobiernos de Estados Unidos y de México lo quieren mantener en secreto, pero yo que pasé hace un par de días por ahí, tengo que dar a conocer al mundo la verdad.


Los sedimentos del mismo petróleo y la flora y fauna de esta zona tan adentro del mar, así como los químicos que ha utilizado esta compañía para extraer el preciado tesoro, han provocado reacciones extrañas en los organismos más desprotegidos y daños irreversibles en niños, varones, con bajo nivel de nutrición., sin olvidar que a las ballenas, tiburones, camarones, peces y demás animales que ancestralmente se han multiplicado y vivido en la zona, la mancha del derrame sólo las está matando.


La mezcla de químicos que usaba la compañía extranjera se mantenía desde hace unos diez años en un muy alto nivel de secrecía por los gobiernos tanto de aquí como del otro lado de la frontera, por su alto nivel de peligrosidad por contener sustancias alteradoras de hormonas y cancerígenas,  recordando que una tercera parte de el Golfo es de los gringos y el resto, de México.


Mis ojos han visto en estos días que anduve por allá, en una expedición de santuarios para fomentar la procreación del búfalo bicolor, una cosa inexplicable que puede ser tomado a broma para la vida normal. En ambos países, Estados Unidos y México en su parte este, justo en el área de conflicto de contaminación del Golfo, hallé en ciertas aldeas y poblados algo que ni en las más crueles y retorcidas novelas o cuentos o relatos reales o mitos o leyendas me he enterado. Niños pequeños --sólo hombres--, ¡con senos de todos los tamaños, tipos, olores, sabores, consistencias, texturas y formas!


¿Será el fin del mundo? ¿Son las señales esperadas?


Al llegar a San Pedro de Chulís y bajarnos de la camioneta donde viajábamos todos los integrantes de la expedición, varios niños y niñas se acercaron a pedirnos dinero. Ellas estaban normales,  pero Daniel, el jefe del grupo, me hizo notar lo que les comento, sin pudor alguno: -- ¡Mira! ¡Esos niños están chichones! ¡Aquél hasta se va para adelante de los melonzotes que se carga! ¡Y ése de más allá los tiene chiquitos como de gato!


A los pequeños deformes no les parecía importar que nos les quedáramos viendo con mucha curiosidad, pero siempre guardando un alto grado de respeto. Andaban paseando por todos lados enseñando sus protuberancias como si fueran unos trofeos ganados en combate, desnudos del torso se pavoneaban entre la población, que, a su vez, dividían las opiniones. Unos decían que era un castigo divino y otros que era una bendición insospechada e inesperada la que les había mandado Diosito. Los más ancianos de las comunidades decían y quizá razón no les faltaba, que el petróleo al ser olido todo el día, combinado con la alimentación del 90% de alimento del mar, había causado estragos en los pequeños cuerpecitos de estos infantes mal comidos.

La gente con cada día que pasa se va acostumbrando rápidamente a este proceso nuevo para los poblados involucrados. Quienes han podido salir se van a vivir a otro lado. Quienes se quedan procuran comer carne de anmimales terrestres, frutas y verduras.


Con mucha sospecha leo en las noticias que tres compañías de brasieres extranjeras ya habían instalado hace dos  semanas  plantas maquiladoras en tres estados de la zona.



laj

sábado, 8 de mayo de 2010

Muertes con Misterio II

Se dice que Josefino Ramírez, arquitecto, pulcro hombre de palabra y con valores a prueba de todo, murió un día caluroso del verano pasado. 

Niño en la década de los 80´s y fiel seguidor de algunos juguetes y golosinas de aquel entonces, no pudo con la inacabable tristeza que le provocó enterarse que la empresa que fabricaba chiclosos Kori los iba a descontinuar por ser un producto incosteable. Aunque él ya ni se acordaba de ir a la tienda y comprarlos desde hacía algunos años, el día que se enteró de esta tremenda noticia, cayó en brazos de una depresión tan profunda, que lo llevó directo a la muerte.


Le sobreviven su esposa, dos hijas y un perro lanudo.



laj

Muertes con Misterio I

Hay una noticia que salió en el periódico hace unos días que me tiene contrariado y hasta cierto punto incómodo. Cuenta la nota que un individuo en el sur del país murió a causa de tantos golpes en la cabeza...¡provocados por él mismo! 

En este lugar que, como forma de respeto y en homenaje al caído, omitiré el nombre, abundan mosquitos de todo tipo y razas en todas las épocas del año. 

Resulta que José Zacarías falleció a consecuencia de traumatismo craneo-encefálico después de una interminable noche donde miles, quizás millones de mosquitos se metieron a su casa y él, en defensa propia, y creyéndose más listo que ellos, esperaba a que se acercaran sin moverse y cuando los oía encima de su cabeza, cara y cuello, ¡zas!, soltaba zapes contra su propia humanidad. Así pasó toda la noche, cada golpe era con más fuerza y vehemencia que el anterior por la desesperación de no poder acabar con esta plaga casi bíblica.
Al otro día amaneció muerto y con la cara, cuello y cabeza amoratados. Y un chorro de ronchitas por todo su cuerpo.

Diagnóstico de su muerte: contusiones cerebrales severas auto infligidas.



laj


miércoles, 5 de mayo de 2010

Mitología Ardilla

En este lado de la ciudad donde vivo existe una leyenda prehispánica que es muy rara. 

Recuerdo que mi abuelito contaba a toda la familia, después de cenar, que en el pasado muy lejano, existían manadas de ardillas que convivían con los aztecas y demás fauna que en aquellos tiempos existía. Los aztecas es bien sabido, eran una raza guerrera por tradición. Se cuenta que entre las mismas tribus se organizaban competencias para ver quienes eran los más hábiles para cazar a estos roedores con cola abombada. Las trampas que utilizaban y las maneras de arreglárselas para capturarlas eran muy variadas y algunas hasta divertidas. Platicaba mi abue que nuestros antepasados desarrollaron una gran pericia para lazar a los animalitos en el aire y en la tierra. En el aire, mientras las ardillitas realizaban saltos y volteretas; y en la tierra, cuando huían despavoridas de estos salvajes. A pedradas era una de las técnicas más utilizadas. Pero como eran muy conocedores del arte culinario, preferían que estas ratitas con cola de alfombra, no sufrieran de estrés y así no contaminaban su sangre y carne con la misma ansiedad y terror de escapar. Por lo que, los  aztecas siempre andaban destapados del torso, sobre todo los hombres.


La treta era fácil de entender. Uno se recostaba con la panza al aire y espiaba con los ojos a medio cerrar hasta que llegara una ingenua ardillita a tratar de comerse el ombligo de la supuesta presa humana y en ese instante agarrarla con suavidad, evitando sus peligrosos dientecillos. Así, el animalito tenía su estómago lleno de felicidad creyendo que iba a disfrutar de un suculento ombligo, pero al final acababa estrangulada en las manos de estos cazadores de primer nivel. Es necesario conocer que esta especie de roedores se alimentaban de ombligos de la gente. Al engullirlos, dejaban un hueco en el estómago del desdichado que se desangraba irremediablemente. No había cura alguna. Si la persona mordida y desombligada trataba de moverse se desangraba, y si no se movía moría de una infernal rabia apabullante que lo destrozaba desde dentro de su organismo en cuestión de minutos.

Esos bichitos --seguía relatando mi abuelito--, se reproducían como sus primas las ratas: interminablemente. Las hembras quedaban preñadas hasta con un estornudo del macho. Eso dice la ciencia. Y a cada ratito aventaban hijitos al mundo. Como nacían dentro de un ambiente hostil donde la consigna era matar o morir, se mimetizaron con la forma de ser de los guerreros de aquel entonces, que aunque eran humanos, unos y ardillas, otros, había una convivencia extraña. Quien se descuidaba moría.

Dentro de los relatos nocturnos diarios de mi recordado abue, él nos decía que no fueron los españoles los que acabaron con estas tribus de antepasados nuestros, sino las voraces ardillas. Los cuadros, frescos y pinturas que aún se conservan, no consignan en ningún lado la existencia desde entonces de estos roedores come-ombligos. Ni aún en la gran obra de Bernal Díaz del Castillo aparecen mencionadas estas criaturas.

Debieron ser batallas encarnizadas de cuerpo a cuerpo. La habilidad de unos contra la velocidad y fortaleza de dientes de las otras. Guerras épicas.


¡Es increíble! Pensaba yo desde aquel entonces.


Hoy en día, es por eso que hay criaderos de tiernas ardillitas en algunos bosques, parques y viveros en toda la ciudad. Es por eso también que se ha encontrado gente desangrada en las calles y las autoridades invariablemente le echan la culpa al crimen organizado. Los criadores de estos animales les dan de comer bien, por lo que ellas no tienen que atacar humanos. Eso pasa cuando se escapan de los lugares donde las tienen alimentándolas y cuidándolas y les sale su natural instinto

En la ciudad se ha dejado de comer ardilla. Mas bien se come en los alrededores, en los lugares que hay selva y bosque húmedo.


La última noche que cenamos con mi abuelito nos contó que él mismo había agarrado a una ardilla de la cola y le dio como seiscientas vueltas hasta que la pobre se murió de mareos. Nos la cenamos. En la mesa, el cuerpo inerte del animal se le quedaba viendo de una manera casi mágica, horrible a mi abue. Esa noche murió atragantado con una pieza de ese infernal animal.


Ahora de adulto, no le tengo miedo a los perros, ni a las ratas, ni a los coyotes. Mi miedo más grande es hacia esas criaturas que pueden parecer indefensas y hasta simpáticas. Cada que veo a una de ellas rezo para que no se les ocurra atacarme y dejarme sin ombligo ni sangre. Si puedo les echo piedras desde lejos, aunque un brillo de maldad y de venganza aparezca en sus ojillos saltones color café miel.



laj