viernes, 23 de octubre de 2009

El Gas

Te rodaste de la cama con sensual habilidad y quedaste justo de espalda a mí. Te contemplé cuán bella eras. Tus hombros, tu espalda blanca, tus piernas torneadas y tu cabello largo y suave me orillaron a acercarme. Con ternura te abracé y después te comencé a besar, en el preciso instante que un trueno sonoro hirió el adorable silencio de la habitación, seguido de un infame olor a frijoles pozoleros

-- ¡Vete!-- te dije, indignado.
-- ¡Fue sin querer!-- dijiste, asustada y apenada.
-- ¡Lárgate!-- repetí con furia indecible.
-- ¡No lo vuelvo a hacer! ¡Se me salió!-- proferiste, con lágrimas en los ojos.
-- ¡Cochina!
-- ¡Perdóname!-- snif.
-- ¡No! ¡¡¡Mil veces te he dicho que los frijoles se me antojan cada vez que los huelo y ya sabes el daño que me hacen!!!


laj



  

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