lunes, 21 de junio de 2010

El Gato Nicolás

En un pueblito no muy lejos de la ciudad, vivía en un hermoso castillo, un gato que era inmensamente rico. La muchedumbre del pueblo de Animalia, lo tenía por un gato avaro y despreocupado por los problemas de la comarca. Era un gato en su juventud y no se ocupaba de hacer otra cosa mas que contar una y otra vez sus riquezas, sus propiedades y todo cuanto estuviera relacionado con él. Gustaba que sus criados le sirvieran el té a las cinco en punto de todas las tardes y disfrutaba jugando ajedrez él solo.No tenía amistades porque creía que la población de Animalia lo detestaba como a todo buen rico. Y, sí, efectivamente así era. Si lo veían en la calle, la gente comenzaba a murmurar en su contra haciendo juicios acelerados y muchas veces disparatados. "¿Ya viste? ¡Ahí viene otra vez ese gato engreído, pesado y antipático que vive a las afueras del pueblo!". "De seguro sólo sale de su castillo para presumirnos lo bien que se viste y lo arreglado y limpio que siempre anda". "¡Va a despilfarrar el dinero en el mercado de la señora Borrego, para que nos demos cuenta cuántos billetes puede gastar!". Estas y muchas otras expresiones eran escuchadas cada que al gato rico se le ocurría salir de su casa y darse una vueltecita por el pueblo. Pero los habitantes de Animalia, estaban muy equivocados en cuanto a juzgar al Gato Nicolás, como se llamaba este personaje, según los biógrafos de este hermoso poblado enclavado en pleno bosque y más allá de las montañas. El era mas bien reservado y de carácter tímido y gustaba de andar solo siempre, no porque fuera arrogante, sino que así lo habían acostumbrado sus padres a ser, con esa rígida formación que le dieron desde muy pequeño Fue Nicolás, el hijo único de un matrimonio de ricos gatos hacendados de gran alcurnia y de una estirpe nobilísima, que les dio como fruto una monumental fortuna y aparte, con el comercio de granos, elevaba su estructura financiera cada día más y más. Su fama trascendía más allá del valle del Silencio y del Valle del Conejo, que ya era mucho decir.



Un día, cansado de tanto tedio que provoca la soledad, decidió hacer algo diferente, algo que cambiara su aburrida y rutinaria forma de vida. Salió de su palacio para hacer algo por la población necesitada de Animalia. Pensó una y otra vez qué era exactamente lo que iba a hacer. Pero nada se le vino a la cabeza y se tuvo que regresar para pedir consejo a uno de sus más fieles servidores.



El Gato Nicolás no estaba acostumbrado a preocuparse por los demás animales, sino sólo por él, lo que hacía la situación un poco más embrollada. Se lamía y se restiraba los bigotes estando sentado en el sillón bastante cómodo y elegante, cuando en el fondo del corredor apareció la cansada pero aún fuerte figura de su criado, el Gato Rodrigo. Un leal compañero que conocía a su amo desde que era un cachorro.



-- ¿Qué puedo hacer, Rodrigo? Quiero ayudar de alguna manera a los animales del pueblo, pero no sé cómo-- dijo el amo, preocupado.

El sirviente Rodrigo le observó detenidamente y creyó que Nicolás estaba pasando por un estado de tremendo delirio y le dijo: -- ¿Se siente bien, amo?


-- ¡Claro! ¡Y no te me quedes viendo así, porque no estoy loco ni mucho menos! Simplemente te estoy pidiendo un consejo porque seguramente, ahí abajo, en el corazón de Animalia hay seres que están necesitando con urgencia ya sea comida, refugio para vivir, o están enfermos y necesitan dinero para comprar sus medicinas. --Dijo, un poco airado.

-- Pues...¿por qué no se confunde entre todos los animales en la misa de ocho de la mañana del próximo domingo, amo? Ahí siempre se dice y se sabe qué es lo que se necesita en el pueblo.
-- ¡No lo había pensado! ¡Esa es una idea estupenda, Rodrigo! -- Añadió triunfalmente el Gato Nicolás, con una sonrisa de oreja a oreja que irradiaba felicidad.

Llegó al fin el domingo y Nicolás y su sirviente se disfrazaron de pobres para que en la iglesia no los fueran a reconocer y a impedirles el paso o a insultarlos. Con los pantalones rotos, las camisas deshilachadas, los cabellos alborotados y las caras manchadas de grasa, al igual que los bigotes, hacían ver al Gato Nicolás y al Gato Rodrigo como unos auténticos miserables y muertos de hambre.

Los des gatos, amo y criado, entraron a la iglesia confundidos entre la multitud, mientras comenzaba la ceremonia el Padre Cerdo, era un ser porcino de rasgos finos, que había llegado al pueblo haría cosa de unos cuarenta años; y que a pesar de su edad, gozaba de una lozanía envidiable.

En la iglesia estaba todo Animalia reunido. Nicolás y Rodrigo se sentaron hasta atrás para conocer a toda la concurrencia. Adelante de ellos veían a la Familia Caballo, sentados junto a la respetable Familia Ballena. Un poco de costado y en diagonal, se podía ver a la Familia Oveja, tan atentos estaban a la misa que espantaban. Señor Zorrillo y Señora, se sentaban un poco retirados de los demás, debido a su natural e inherente olor un poco fuerte. Señor y Señora Cotorro, platicaban interminablemente con los vecinos de la fila de atrás, que según pudo ver Nicolás, eran los inquietos Patos. Una de las familias más serias eran los Señor y Señora Búho, junto con el Matrimonio Venado, que a la distancia uno se podía dar cuenta lo finos y educados que eran...

El Sacerdote Cerdo había llegado a la oración en la que se hacía especial énfasis en las necesidades del pueblo. Entre ellas, Nicolás y Rodrigo, pusieron especial atención cuando se dijo lo siguiente: "Concédenos Señor una escuela primaria más grande, con mejores profesores para que nuestros pequeños salgan bien preparados y no como todos los Burros que los han precedido. Así también te pedimos un hospital más limpio y con más enfermeras Monas bien preparadas, porque las que hay no son suficientes. Por último, quisiera que a nombre de toda la comunidad de Animalia, nos ayudes a poner tras las rejas a la Hiena y sus secuaces, y al malvado y desdichado Buitre Carroñero y sus compinches, gracias, Señor". Acabó su semanal letanía el Padre Cerdo, mientras repartía bendiciones al por mayor desde el púlpito.



Antes que los animalitos salieran del templo, Nicolás depositó una fuerte cantidad en limosna en una de las alcancías fijas de metal que circundan a los confesionarios, sin que nadie notara tan amable gesto de su parte. El par de gatos iban de regreso caminando por la Colina del Sur, pensando en lo que habían acabado de ver y oir.



-- ¡Caramba, Rodrigo! ¡Caramba...! -- Decía Nicolás como fuera de este mundo y abstraído por completo en una idea que por su mirada, se veía que poco faltaba para que esa idea acabara de tomar forma.



Rodrigo, que estaba muy cansado por el inusual ajetreo, sólo suspiró y profirió algo ininteligible.
Al salir el sol, al otro día, que por cierto era Lunes, Nicolás jaló una vez más con su confiable mozo. Fueron directamente con el Comisario Lobo, para ponerlo al tanto de sus buenas intenciones y de sus proyectos para sacar a Animalia de el subdesarrollo y elevarlo a potencia mundial.
El Comisario Lobo no lo podía creer y accedió de inmediato a la oferta que le hizo Nicolás, el gato. Rápidamente se pusieron en contacto con la ciudad para solicitar albañiles Hormigas, no para hacer más grande la escuela primaria, sino para hacer otra. Pidieron más enfermeras Monas altamente capacitadas y renovaron todo el material y mobiliario del alguna vez sucio y descuidado hospital. Con la ayuda de los Perros de la Policía, lograron la captura del Buitre, de la Hiena y de sus respectivas bandas.
 
El Gato Nicolás, no conforme con eso, mandó hacer otro sanatorio, un mercado, dos cines, dos cárceles de máxima seguridad; y dejó que los padres que quisieran, llevaran a sus cachorros a jugar al jardín extensísismo que tenía en su castillo de corte medieval, los sábados y domingos.


Todo Animalia estaba infinitamente agradecido con él y con sus buenas obras, por lo que decidieron hacerle una fiesta que duró todo un día. Después, esta misma celebración se siguió haciendo año tras año y desde entonces se celebra a Nicolás, tanto en el calendario Animal como en el calendario Gregoriano todos los días 9 de Mayo.

El Gato Nicolás se decidió a cambiar y lo hizo. Fue más fuerte su deseo de ayudar y de hacer algo que valiera la pena en la vida que su egoísmo, del cual ahora, por estar ayudando a sus semejantes, ya no se acordaba.




1992
laj

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