miércoles, 10 de marzo de 2010

Testigo Protector

Yo vi cómo doña Rebe, un domingo por la tarde del otoño pasado,  en la parte posterior del mercado de la colonia,  agarró un aguacate del tamaño de una sandía y se lo aventó directo a la cara de la señora Sergia. Esta última, al intentar esquivar el proyectil mortal, se agachó, pero con tal mala suerte que se resbaló con un charco de jugo de mandarina que yacía amenazante en el suelo, y se pegó en la nuca, haciendo sonar el piso de una forma sonora. Fue tal el golpazo que esta desafortunada dama falleció ante los ojos vidriosos de su verduga maldita. Se sabe que le debía un catálogo de venta de lociones que le había prestado desde hacía más de un año y no se lo había regresado.

La culpable de este crimen salió a hurtadillas del mercado por la salida de atrás. Fui testigo de toda la escena mientras me estaba tomando un licuado de mamey en el puesto de Vicky, la bigotona. 

Nunca revelaré este secreto de la señora Rebeca. Desde ese feo día, tiene diabetes. 

Cada que puede cuenta que le dio por un fuerte susto cuando era niña.



laj


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