viernes, 9 de marzo de 2012

Pelos

Hace algunos años , no diré si fue en nuestro país o en otro, estaba plácidamente tomando el sol en la playa. A lo lejos oía un alboroto con voces netamente femeninas. 

Aquí diré que hay lugares en el mundo que aún conservan sus tradiciones ancestrales. Algunas son muy pícaras, otras detestables y unas más, simplemente raras. 

Pues oyendo el ruido que se provocaba en los vestidores del balneario que estaba en la playa, me acerqué, como curiosa persona que soy , a investigar.

En primer lugar había una extraña pelea: dos mujeres adultas entablaban una discusión absurda, a mi parecer, pero con la característica que las dos estaban completamente desnudas. Una le reclamaba a la otra su propia belleza; la más joven, enfurecida, le mostraba el final de sus pechos, como orgullosa.  Acercándome más, pude ver que la mayor hacía lo mismo: le enseñaba el final de sus bubis, que algún día fueron gorditas, cachetonas y firmes. Parecía que estaban discutiendo por ver quién de las dos las tenía más bonitas. 

Grande fue mi sorpresa al encontrar un lugar más cercano, casi a ras de piso, para darme cuenta que lo que presumía una a otra eran sus pelos. Exactamente: dije pelos.

 En esta región, pude averiguar por libros antiguos y por el decir propio de algunos nativos, que la mujer que tuviera más pelos en las bubis se les consideraban unas verdaderas diosas. Eran el prototipo de la belleza del lugar. 

Pues una de las señoras en los vestidores del balneario, parecía que tenía una escobetilla para peinar las crines de los caballos, en cada una de sus terminaciones carnosas en el pecho. La otra hacía gala de un par de cucuruchitos con adornos de bigotes de revolucionario; chinitos, chinitos; podía ver con mi mirada limpia. A mi mente llegó la imagen de una piñata de siete picos. ¿Por qué? No lo sé.

La diversión se acabó cuando llegó una dama que era considerada en el lugar como la mujer-lobo, y no porque le aullara a la luna en las noches o porque persiguiera inocentes caperucitas en los bosques. Tenía pelos desde las orejas hasta las encías, pasando por los codos y las rodillas. El área de belleza que la hacía hermosa para el lugar, sobra decir que no se podía ver nada de su piel, aunque estuviera sin una sola prenda de vestir. Estaba alfombrada de pelos.

La discusión previa entre las dos exóticas bellezas terminó cuando vieron esa humillante diosa bonita ante sus ojos. Como castigadas y muy avergonzadas se retiraron con sigilo de los vestidores. 


Fin
laj



















 
   








 























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