martes, 10 de agosto de 2010

Viejito Caprichoso

Don Cuco es un hombre ya mayor, muy mayor que ha sido un verdadero conquistador. Desde muy niño se ha distinguido porque ninguna mujer que le haya gustado se le ha resistido. Aunque su piel ya arrugada y colgante, dos tremendas nubes en cada ojo y sus escasos dientes lo delatan como alguien arriba de los ochenta y cinco años, él sigue confiando en su labia y sus cualidades propias que ha sabido desarrollar a lo largo del paso del tiempo. Es un ser simpático. Lugar donde llega, lugar que la gente se le acerca por ese gran magnetismo que lleva de aquí para allá. Se sabe reír de sí mismo y de los demás. Más de los demás. Ha tenido mujeres de todo tipo y de nacionalidades tan exóticas como dos morenas de Papúa, Nueva Guinea y otra de Micronesia. Un año anduvo de novio con una pigmea de la selva del Amazonas, cuando su cabello lo peinaba como Elvis Presley y su autoestima andaba por las nubes.

Obviamente nunca quiso casarse. ¿Para qué?


Una tarde primaveral, Don Cuco andaba casi con la lengua de fuera y no por el calorón de treinta grados que se sentía en la ciudad. En la cuadra cerrada donde vivía llegó a vivir una viejecita de carita tierna , de casi unos noventa años. Amable, ella, saludaba a todo el mundo con su carita de buena gente. Sin dejar pasar tiempo, Don Cuco trató de besar la boquita de la viejita. Al ver que no se dejaba, trató de sobrepasarse de otro modo más cruel. Como no se dejase la gran mujer, el viejito le sorrajó catorce bastonazos que la llevaron directo al otro mundo.


Don Cuco purga una sentencia que no fue tan larga. El juez sólo le dio cincuenta años. Si muestra buena conducta, le podrán reducir la sentencia a cuarenta y cinco añitos. Suertudo, el anciano.




Fin
laj

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