lunes, 12 de julio de 2010

Anemia Cerebral

Son personas extrañas que vienen afuera de mi casa en las noches. Quieren envenenar la comida de mi refrigerador para que me muera. Están afuera del cubo de mi departamento en las noches. Los veo por el ojillo que está en la puerta. Antes de que lleguen me voy a un basurero a conseguir comida para no comer la que tengo en el refri Creo que ya le echaron algo.

Son unas seis personas. Como van de noche y se meten a la casa y a veces desde afuera, veo cinco personas de sexo masculino y una mujer de gran edad. Los seis son adultos mayores sin dientes, con miradas extraviadas, pero de gran ferocidad. Aunque no tienen ni un solo diente, mueven la boca de tal modo que parece que van a atacarme a mordidas. Caminan encorvados y paso a pasito, van echando vaho con las exhalaciones que realizan cada dos o tres pasitos. Las caras no las he podido ver bien, pues las veo a través de la mirilla y con el reflejo de la noche es complicadísimo reconocer sus rasgos. Sólo por la manera en la que se menean al caminar sé que una de ellos es una mujer. Con la cabeza agachada y una pañoleta o un tipo de gorra o sombrero amarrados, se visten para irme a visitar. No se quedan quietos, sino que cuando tocan la puerta, dan vueltas en círculos y se alejan y se acercan. Sus expresiones no me gustan por eso no les abro. Sé que me vienen a envenenar porque hace algunos años unas gitanas me predijeron esto que ahorita justamente me está pasando. Esas dos gitanas que gritaban en el centro de Coyoacán aquel día de hace unos diez años, "¡te leo tu suerte, pásale, no le saques!". Me causaron tanta gracia esos gritos que accedí a que me leyeran mi destino. No me dijeron nada deslumbrante ni sobresaliente, mas que esto actual. "Llegará un día en que gente a la que maltrataste y ya murieron te visitarán y te querrán envenenar. Serán implacables, lo lograrán. Tu muerte será dolorosa y lenta, muy lenta". Obviamente me reí de todo y de esto último, más.


A la vuelta de los años me encuentro con esto. ¿Por qué he llegado hasta aquí? ¿Cómo supieron esas gitanas adivinas de esto tan terriblemente cruel que me está pasando? En las noches no pego un ojo por lo mismo. Necesito cambiarme de casa o hallar otro lugar para dormir, pero no conozco a nadie. Me da miedo que aparte de que envenenan mi comida se lleven mis cosas. Que me dejen sin mi departamento chulo. Estoy muy angustiado y a veces en las mañanas no me puedo concentrar en mi trabajo de plomero. ¡Dios mío de mi vida!


No sé qué hacer. Hoy es martes y son las seis de la tarde. Acabé de trabajar hace unos cuarenta y cinco minutos y se acerca la noche. El estómago me duele. Hay una sensación de temblores interminables en mis piernas y en mis brazos. La cabeza me duele incesantemente. Un rato la nuca, otro las sienes, al rato la frente. La mandíbuila la traigo trabada todo el día. Mis vecinos me ven raro y procuran evitarme. En los pasillos de la unidad donde vivo saludo a gente que regularmente saludaba y ya nadie me contesta. No sé, a veces pienso si todo esto es real o estoy cayendo en un precipicio de desorden mental.


Sé que todo es cierto porque cuando ando viajando en la noche consiguiendo desperdicios de comida y esperando que estas personas extrañas se vayan de mi casa, veo en el oscuro cielo estrellado caras de familiares y amigos que me dicen que me cuide, que me alertan que estoy corriendo un grave peligro; que a nadie le diga una sola palabra, que estoy por morir. En estas caras que veo en el cielo no está ninguna de las seis que me visitan periódicamente. De hecho no reconozco a ninguna de estas seis personas. No sé qué quieren, no sé quiénes son.


Me voy a meter a una iglesia y me voy a dejar morir. Ya no quisiera regresar a mi casa. Necesito que alguien me ayude, ¡ya no aguanto más!


Ya sé, esta noche los enfrentaré, sean quienes sean; quieran lo que quieran. Me armaré de valor y seré un guerrero, la batalla será épica. Moriré como un héroe.


Al llegar a su casa, el personaje de esta historia revisa que no esté nadie afuera de su casa. Con cuidadoso sigilo entra a su departamento y se percata que su refrigerador está abierto con la poca comida regada por el piso. Respirando apresuradamente y con el corazón dándole tamborazos agarra un martillo de su herramienta habitual, se acerca silencioso a su recámara y no puede entrar a ella. 



La policía encontró su cuerpo colgado y pegado a la pared con una infinidad de clavos utilizados para tan vil propósito. Desnudo y con la cara mordisqueada, quedando irreconocible y desfigurado, la gente del forense lo bajó y vio que en la espalda llevaba grabada una frase en clave que los expertos dijeron que era el claro signo de una venganza gitana. Nadie quiso dedicarse a investigar el caso.


 Con las maldiciones gitanas nunca hay que meterse y mucho menos burlarse.



 laj

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