miércoles, 28 de diciembre de 2011

Zona de Confort

Ataviada con una blusa nueva de seda, falda larga color marrón, un saco corto y zapatos de aguja que combinaban con todo su atuendo, Eritropoyetina Sambiña tomaba el tren de las ocho de la mañana para llegar puntual a su cita. Sabía que era un albur ir. Quizás Dragoberto Griselino, su antiguo amante, nunca llegaría a esa cita que habían acordado hacía un año. Pero ella iba con toda la ilusión de verlo nuevamente. 

Cuando llegó a su destino, el reloj marcaba las 10:15 a.m. El cielo estaba despejado y el sol brillaba, pero no daba calor. Aún se sentían las reminiscencias del invierno. Nerviosa volteaba para todas partes esperando ver nuevamente a ese ser tan tierno y delicado que conoció en una reunión de amigos hacía más de un año. A pesar de estar felizmente casada, buscaba salir del ahogo de esos 35 años de aburrimiento y rutina diaria. 
Pasaron dos horas y media y nada. Eri se levantaba por su cuarto café de la mañana, esperando amorosamente a ese ser que se había vuelto etéreo. La estación de trenes albergaba ya mucha gente en un ronroneo de ruidos que no la sacaban de su ensimismamiento cariñoso. Al dar las seis de la tarde supo que su amado no llegaría.
Tuvo que regresar a su morada gris de sueños rotos y al frío cobijo de las cosas seguras.
laj

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