viernes, 5 de febrero de 2010

Mecánica Corporal

Lo que a continuación relataré no tiene hasta la fecha una explicación coherente y lógica; ni siquiera médica.
Es un tema que sigue en estudio. No saben los científicos exactamente qué pudo haber pasado  mentalmente con nuestro trabajador que enloqueció y huyó de aquí. Nos preocupa por si algún día, que Dios no lo quiera, vuelve a repetirse algo tan espantosamente escalofríante.


Soy el responsable del Centro Médico Forense de esta comunidad. Como buen médico decido contratar a gente de gran carácter que no le tiene miedo a recoger cadáveres en todo tipo de circunstancias. Los hay aquellos que tienen que, prácticamente recogerlos con pala por las circunstancias tan tremendas de sus fallecimientos. Los cuerpos de gente muerta que más trabajo nos han dado son los que quedan hechos cachos adentro de los trailers que se accidentan en el paso de la carretera. Los fuertes remolinos de viento que se forman entre las dos montañas que vigilan el camino de los autotransportes que van y vienen, hacen que muchos camiones, autos y demás, se volteen con la pura fuerza del aire que sopla a una velocidad insospechada.  Las rectas con las que cuenta el camino son traicioneras. Invitan a la velocidad.
También han afectado los torturados. La gente del crimen organizado no se anda con cosas al matar a sus enemigos, primero les dan un escarmiento tortuoso y después los asesinan. Se dice que estos cuerpos nunca alcanzan la paz en este mundo. A pesar de que tengan cristiana sepultura, siempre retienen bilis, deseos de venganza, ganas de llorar, anhelos de libertad, afán de arrepentimiento y muchas otras cosas más que  se reflejan aún cuando su corazón ha dejado de latir y su cerebro de funcionar.
Hemos visto en la plancha de necropsias casos inauditos, como a un señor que llevaba dos días de muerto, cómo le empezaron a salir lágrimas cuando le di la primera cuchillada en su pecho de piel ya blanca que se empezaba a descomponer. Fue algo raro. Una señorita de unos diecinueve años de edad con tiempo estimado de muerte de unos cuatro días y medio, casi al terminar de coserle su cuerpo para cerrarlo, emitió un claro gemido de dolor. Se dice que era secuestradora. Así han pasado casos que nosotros como gente de ciencia no podemos darle más difusión de la que debe tener. Debemos tener discreción. Recuerdo mucho un señor que llegó sin cabeza a la plancha. La cabeza no ha sido encontrada desde hace seis años y al cuerpo le hicimos la necropsia de ley. Antes de empezar siquiera a lavarlo, el finado levantó la mano izquierda como para rascarse la cabeza. Así. Es justo como pasó lo que les estoy contando. Al no hallar nada se le desplomó la mano y procedimos a cortarlo. No fuera que se le ocurriera hacer otro movimiento inesperado.


Lo que si fue una real broma de la naturaleza fue lo que sucedió con nuestro empleado que acabábamos de contratar hacía apenas unos cuatro meses, Eufrosino. Recio hombre de la sierra guerrerense, quien a todas luces lucía como un ser humano cabal, fuerte, de mirada recia y de músculos labrados al amparo de los sembradíos de Tierra Caliente, su lugar de nacimiento. Estábamos el Dr. Montesinos, El practicante Nuñez, el matacuaz Ramírez y su servidor. Antes de echar un cadáver a la plancha hay que limpiarlo con una manguera con agua a presión, labor de la cual se encargaba este muchacho recién llegado. Estaba en los suyo y nosotros cuatro, platicábamos distraídos, esperando a que Eufrosino empezara su labor y lo veíamos a lo lejos desde la cocineta con la que contamos en el centro de salud, en la salita que está al lado de los baños. Ahí estaba con tapabocas el moreno del sur, cuando entre todos vimos algo que hasta la fecha lo habíamos decidido ocultar. No hemos podido dormir a gusto desde ese funesto día. Nuestro empleado procedió a rociarle agua al cadáver de un hombre que murió asesinado de dieciséis balazos y todo era normalidad. Todo iba bien. Eufrosino irradiaba alegría. Esa alegría que da el quehacer diario. La actividad que provoca remuneración económica. El enaltecimiento del ser. En esas estaba cuando al mojarle la cabeza al ser inerte y aún sangrante, éste se levantó de la plancha, subiendo el torso 90 grados. Dijo algo como: ¡Ay, güey! ¡Esa agua está bien pinche fría! ¿¡Me quieres matar, o qué!? Y así se quedó, en un gesto de rigoris mortis que no pudo ser enderezado nuevamente. El ataúd tuvo que ser hecho especialmente para enterrarlo en la extrañísima forma en la que quedó. La necropsia se hizo como dictan los ordenamientos legales del Estado.
Eufrosino palideció y la mandíbula se le cayó hasta la altura del pecho, un temblor interminable lo atacó y hasta vimos cómo se hizo pipí en los pantalones. Sin decir adiós abrió los ojos espantadísimo y salió corriendo a todo vapor de ahí, exclamando un alarido lastimero que aseguraba su no retorno. 

Todos los demás seguimos trabajando ahí. Siguen pasando cosas, mismas que no les damos ninguna difusión. Todo se queda entre nosotros. La semana pasada una muerta me propuso tener sexo detrás de la puerta del baño y se volvió a dormir.

Lo de nuestro ex empleado de Guerrero sí lo dimos a conocer porque es necesario que eso se sepa. Pocos medios le dieron seguimiento. Por cierto, una investigación a través de satélite, nos ha confirmado que lo vieron por última vez en Togo, Africa corriendo despavorido por la avenida principal de la ciudad espantando a la gente que no sabe su desgracia.



laj

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