miércoles, 3 de febrero de 2010

Ambición Válida

Nunca me ha gustado el barrio de la Merced, aunque yo trabajo ahí. Vendo elotes en la esquina de Correo Mayor e Izazaga. Vivo en Ciudad Nezahualcóyotl, pero un vecino mío, que trabaja en el gobierno del Distrito Federal, me ha conseguido ese lugar para poner mi puestecito y ayudarme. A pesar de mi difícil situación económica le sé muy bien a las computadoras. Me gusta mucho usar las redes sociales Twitter, Facebook, Hi5,  para intercambiar puntos de vista y hacerle preguntas a gente importante y a famosos y a otros no tanto. Hay de todo, desde los periodistas en todas sus ramas, quienes son a los que más sigo, hasta las fresitas que se meten a perder el tiempo dejando mensajes como:"comiendo dona de azúcar con X". ¡Je, je! ¡Qué pendejadas!

Todo el día trabajo. Una vez que acabo de vender mi rica mercancía me paso al café internet que está enfrente a mi negocio. Sobre Izazaga, cerca de cien señoritas se ponen a  trabajar a eso de las seis de la tarde y hasta quién sabe qué horas de la noche.

Desde que mi cuate influyente me ayudó a poner mi puesto, hace  unos ocho meses, diariamente veo a una flaquita bien linda con la que ya he entablado una relación sentimental muy especial. Me cae bien, me gusta. Se me hace una mujer muy atractiva y aparte tiene veinticuatro añitos bien distribuidos. Los primeros días  le confesaba, me ponía celosísimo que entre diez y quince hombres de todos los tamaños hicieran uso de sus servicios las cuatro horas que diariamente se paraba sobre Izazaga. Su mirada triste, la historia de su vida y sus dos hijos de los que siempre me habla y de los que trae fotos en su bolsa, me conquistaron. Se llama Eduviges. Viene de Guerrero y dice que se tuvo que dedicar a este rudo oficio porque su papá le pegaba y su marido, también y porque no sabe hacer otra cosa. Huyó a la capital con sus dos hijitos de dos y tres años.
A mi siempre me ha gustado que las mujeres sean autosuficientes, que se desarrollen en su campo profesional a todo lo que dé su capacidad. Entre cliente y cliente le regalaba un vasito de esquites, un elote con mayonesa, queso y chile piquín; o a veces le llevaba su refresquito. Eso le atrajo de mi. Sabía que mi cariño era sincero, sin mancha alguna. No le cuestiono lo que pasa adentro y ella nunca me cuenta. No soy curioso. Yo realmente estoy enamorándome cada día más y más de ella.¡Ay, Eduviges! ¡Qué padre encontrarte en mi vida!

Me fascina la forma como se para contra la pared de los baños Ramiro. Se recarga con una seriedad digna de una diosa griega. Con su mirada busca la mirada de los probables clientes. Los reta, los invita. Los seduce. Para cuestiones laborales, se llama Wendy. Dice que eso le da más realce y categoría ante sus amigas y atrae más a los ávidos hombres que buscan invertir un poco de dinero en mucho placer. Los atrae, los excita. Tiene fama de brava.
Todas las noches espero que acabe su rutina y la acompaño a su casa. Aún no le pido matrimonio porque sé que tengo que juntar un buen dinerito para rentar cerca del barrio de la Merced. Así, a los dos nos quedaría muy bien vivir cerca de nuestro lugar de trabajo. He leído que sólo se es feliz si uno ama lo que hace. Mi vida es vender los elotes que adquiero tempranito en la Central de Abasto y que llevo a Izazaga. Pasear por Internet. Ella dice que ama lo que hace. Que en su labor diaria no involucra sentimientos y eso la hace sentir feliz. Toma su trabajo como una forma de alcanzar la paz interior. Estoy dispuesto a mantener a sus dos hijos y a su mami, Roberta, que los cuida en un cuartito por Tacubaya donde viven. 

Pensamos tener dos hijos y criarlos en el más estricto mundo de valores con una religión buena.
¡Oh, Dios mío! ¡Gracias por hacer que a mi vida llegara la felicidad!



laj






























 
































 

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