Ya no esperaba nada de la vida hasta que llegaste. Nunca creí que huir iba a ser el verbo que más repetiría y practicaría en mi vida.
Siendo la abonera incansable del refri, estufa y televisión que compré hace dos años y aún no acabo de pagar, tuve que salir de mi casa huyendo, dejando todo atrás y embarcándome a Alaska, para que ahí nadie me encontrara.
Supe por comunicación con mis familiares y amigos que te cobraste con mi casa.
No importa. Acá no gasto y no pienso regresar. Vivo en un iglú con siete parejas de eskimales que me dieron refugio a cambio de que pesque todo el día para ellos. Aprendí a comer focas, pingüinos y ballenas. Extraño mis frijolitos charros, esos que me hacía la Tía Lupe y las tarjetas de crédito.
Fin
laj
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario